Por Omar González Moreno
El anuncio de Nicolás Maduro de adelantar las elecciones de alcaldes y concejales al 27 de julio de 2025 no es un mero ajuste de fechas; es una jugarreta vil, un zarpazo contra un pueblo que se niega a ser doblegado por una dictadura que ha saqueado y destrozado a Venezuela.
Envuelta en la falsa promesa de democracia, esta maniobra descarada busca afianzar el control de todas las instituciones mediante fraudes y trampas, mientras el régimen tiembla ante un pueblo herido pero indomable, decidido a desalojarlo del poder.
En el contexto de una crisis política, económica y social que ha desgarrado a la nación, este acto enciende más y más la rabia de millones de venezolanos, un fuego que no será apagado.
El adelanto de las elecciones municipales no es un gesto de apertura; es una estrategia calculada para tratar de fracturar a una población ya purgada de traidores y tránsfugas, y para desviar la atención de los golpes letales que el pueblo venezolano ha asestado al régimen en los últimos tiempos.
Tras las elecciones presidenciales del 28 de julio de 2024, donde el Consejo Nacional Electoral (CNE), controlado por el chavismo, proclamó a Maduro vencedor pese a ser derrotado contundentemente por Edmundo González Urrutia, respaldado por María Corina Machado, la desconfianza en el sistema electoral arde como un incendio que consume la fe del pueblo en esos procesos.
María Corina Machado, inhabilitada y perseguida, ha llamado a no participar hasta que se respeten los resultados del 28 de julio, denunciando cualquier nuevo proceso como un “robo a la soberanía popular”.
Su voz, un relámpago en la tormenta, resuena en un país donde, el 25 de mayo de 2025, más del 85% dejó calles desiertas y centros electorales vacíos, en un acto de desobediencia que gritó un rechazo casi total al régimen.
En medio de su desesperación Maduro y su cúpula, conscientes de su ilegitimidad, recurrieron a tácticas brutales: inhabilitaciones, arrestos y represión.
En junio de 2024, la Contraloría General inhabilitó a diez alcaldes por apoyar a González Urrutia, una maniobra condenada por la Corte Interamericana de Derechos Humanos como otra violación al debido proceso.
Días antes de las elecciones de mayo, más de 70 personas, incluyendo al líder opositor Juan Pablo Guanipa y a la bióloga y profesora universitaria Catalina Ramos, fueron detenidas bajo acusaciones de “conspiración”.
Este clima de terror, lejos de sofocar la resistencia, aviva el fuego de un pueblo que ya no cree en urnas manipuladas.
En medio de una crisis que ha expulsado a más de ocho millones de venezolanos desde 2014, según ACNUR, el pueblo sigue siendo el verdadero protagonista.
La baja participación en mayo no refleja apatía, sino un grito de rechazo a un sistema que censura, excluye y roba la voluntad soberana.
El 27 de julio de 2025 no será solo una fecha; será una chispa que podría encender la rebelión definitiva.
Venezuela, harta de pobreza y dolor, está lista para sacudirse el yugo de un régimen que la ha sumido en la miseria.
No se descarta que este día marque el fin de la tiranía y el comienzo de una nación libre, donde el pueblo, con su furia y su esperanza, escriba su propio destino.
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FUENTE: >>Omar González Moreno
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