Una navidad llena de indigentes, de miseria, de ruina, de pobreza, de hambre, de tristeza, pero de grandes deseos de levantarse y volver a ser lo que ayer fuimos.
Una ilusión de
un Papá Noel que intenta llevar algo de alegría a los sectores deprimido
de toda
Venezuela donde abundan las caras de niños tristes por no tener como vivir la ilusión
de que Papá Noel les traiga un regalito.
En
Venezuela, tristemente sus calles están todas destruidas. Empresas y negocios
cerrados. Es lo que ve uno cuando recorre los caminos del país. En una de esas
tantas calles me topé con una alcabala de hombres con uniformes de fuerzas de
“seguridad”, en ese instante no sé qué hacer, porque no sé quiénes son esos
hombres, porque no sé si son delincuentes armados por el régimen con el
objetivo de secuestrar o son de esos que te hacen mil cosas para terminar pidiendo
dinero a cambio de dejar que continúes tu camino.
El alumbrado
público de la vialidad totalmente destruido al extremo que ya no existe. Y esa misma
oscuridad no es más que mi acompañante. Aquellas luces de Navidad que resaltaban
en todas las calles, negocios y casas ya no están ya no existen. Yo al llegar a
la casa, solo me sorprende ver a lo lejos un titilar de un arbolito con tímidas
luces que me recuerdan que estoy en Navidad. Pero es que aquella palabra mágica,
Feliz Navidad, ya no se escucha en este diciembre de 2018. Es muy extraño
oírla, es extraño desearla porque hay tanta tristeza que decirla suena como un
cinismo. Hay un silencio interno, una desesperanza.
Existe otro
silencio muy doloroso, el de la juventud que se fue. ¡Se fueron para no
regresar! Se fueron en busca de un futuro que ya no les brinda su país. Huyendo
del hampa, del hambre, de todos los visos de inseguridad que fueron sembrados,
como si se hubiese consagrado como política de Estado acorralar a los
venezolanos para que abandonen su país, o aniquilarlos. Familias separadas.
Ancianos que han quedado solos. Niños que quedaron en otros brazos porque sus
madres debieron partir. Una diáspora que cada día se está engrosando.
Este
aporreado y humillado pueblo en la celebración de esta navidad el mayor
tiempo lo han pasado en colas buscando alimentos, en los bancos buscando
efectivo, con una hiperinflación que los mantiene con la barriga vacía.
Ancianos muriendo de mengua. Niños muriendo por desnutrición, madres haciendo
colas en las cárceles infrahumanas para visitar a los presos políticos; otras,
yendo a las tumbas de sus hijos asesinados por las armas del régimen.
Pues hoy 24
de Diciembre en víspera del nacimiento del niño Dios, le doy gracias a Dios por
mis seres queridos que no vieron esto. Por aquellos que ya no están porque
murieron, y por aquellos que ya no están porque están fuera del país. Yo nunca
pensé que en una navidad a cambio de estar colocando regalos a los pies de mi
pino de navidad o preparando la cena navideña estaría llena de incertidumbres
por el futuro de Venezuela, preguntándome, ¿quiénes realmente podrán salvar a
una población de un genocidio, y cómo? Sin embargo, en esta navidad del 2018, sigo
en pie y no me cansare de escribirles a todo el que quiera leer y compartir para
que terminen de entender que la libertad solo se logra desde la CALLE con un pueblo unido y organizado.
¡Feliz Navidad!.
Atte.-
Carlos Cangrejo…
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Carlos Cangrejo
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