El dictador venezolano Nicolás Maduro y la vieja guardia de la izquierda mundial están celebrando las violentas protestas callejeras de Chile como evidencia de un supuesto fracaso del sistema de libre mercado.
En rigor, es todo lo contrario: es una revuelta del Primer Mundo, producto de una creciente clase media que exige beneficiarse más del éxito económico de su país.
Esa es la conclusión a la que llegué tras una larga conversación con el ex presidente chileno Ricardo Lagos, miembro del Partido Socialista y uno de los líderes más respetados de lo que queda de la
izquierda democrática, globalizada y moderna de América Latina.
Hablé con él un día después del discurso del presidente de Chile, Sebastián Piñera, en el que revirtió las recientes alzas en el transporte público y anunció un paquete de medidas de ayuda social luego de disturbios callejeros que dejaron un saldo de 15 muertos. Multitudes de jóvenes enojados habían quemado estaciones de metro y supermercados, lo que obligó a Piñera a declarar un estado de emergencia en partes del país.
¿Cómo pudo haber sucedido esto en la economía más exitosa de América Latina?, le pregunté a Lagos.
Chile ha sido el único país de la región que ha reducido la pobreza del 40 por ciento de la población hace 30 años a menos del 10 por ciento en la actualidad. Hoy, el salario mínimo de Chile es de $408 mensuales, comparados con los $7 mensuales de Venezuela.
Y Chile es el país número 1 en América Latina en crecimiento económico estable, y en estándares de educación e innovación, según la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE).
Pero aunque Chile es el país más exitoso de América Latina en casi todos los rubros, no ha tenido tanto éxito en la reducción de la desigualdad, me dijo Lagos. La brecha entre ricos y pobres ha disminuido, pero solo marginalmente.
“La subida de los pasajes del metro fue la gota que rebasó el vaso”, me dijo Lagos. “La ciudadanía siente que, aunque la pobreza ha disminuido sustancialmente, hay una concentración muy alta del ingreso, y una desigualdad que no se ha atacado adecuadamente”.
Como anécdota, Lagos me contó que durante una visita al suburbio chileno de Renca, cerca de la capital, visitó un complejo de viviendas que había sido construida hace casi dos décadas por su gobierno para gente que hasta entonces vivía en casas prefabricadas. Durante la visita, quedó sorprendido por el nivel de descontento entre sus residentes.
“Me dijeron, ‘¿Cómo pudieron construir estas viviendas sin lugares para estacionar el auto?’ ”, recordó Lagos. “Yo les respondí: ‘¿Usted pensó hace 20 años que tendría un auto? Y cuando me dijeron que jamás lo habían pensado, les dije, ‘Bueno, yo tampoco lo pensé’ ”.
Del mismo modo, las calles y avenidas que se construyeron hace décadas ya no pueden acomodar el creciente número de automóviles, lo que está obligando a las personas a pasar largas horas de viaje, dijo.
Según Lagos, Chile necesita aumentar los impuestos, especialmente a los ricos, porque se necesitan más servicios públicos.
“La gente exige un nuevo contrato social, para que los frutos del crecimiento lleguen a todos”, concluyó.
Mi opinión: Probablemente hay muchos factores que llevaron a las protestas de Chile, incluido el apoyo de Venezuela a los grupos izquierdistas radicales del Foro de Sao Paulo que, como lo ha confesado públicamente el propio Maduro, están ayudando a provocar protestas callejeras en varios países.
Pero las protestas sociales de Chile son diferentes a las de Ecuador, Haití y otros países que se han visto obligados a aumentar los precios de los servicios públicos porque están quebrados. Las protestas de Chile son más parecidas a las de los “indignados” en España o las de los “chalecos amarillos” en Francia. Reflejan una crisis de expectativas incumplidas en países desarrollados.
El sistema capitalista de Chile puede necesitar una corrección, como todos los sistemas. Pero es mucho más exitoso que el desastroso régimen de Maduro, o los recientes gobiernos populistas de la familia Kirchner en Argentina, que dejaron a sus países en la bancarrota.
No se puede descartar que Chile se recupere pronto, y que se convierta en un modelo aún más exitoso para el resto de América Latina.
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