F2P
Pasó desapercibido el aniversario en el que Colombia sufrió la dolorosa pérdida de Panamá. El pasado 3 de noviembre se cumplieron 117 años de una acción que, sin lugar a dudas, representa una de las más funestas consecuencias que ha afrontado el país a lo largo de su vida republicana, no sólo por la secesión de un departamento, sino por las implicaciones que ello tuvo en el desarrollo de la historia.
Aún retumba una idea de la época del presidente José Manuel Marroquín que decía que el desgano del primer mandatario se expresaba en una frase jocosa que señalaba que a sus ojos no había de que quejarse, pues a él le dieron un país y él devolvió dos.
Más allá del epitafio que el humor popular puso en boca del presidente conservador, la realidad es que la inercia fagocitó una coyuntura que se cocinaba desde hacía décadas. El departamento de Panamá vivía una existencia mucho más lenta que la del resto del país y su vinculación con el desarrollo nacional pasaba por un pronunciado estancamiento que desafortunadamente la dirigencia política obviaba.
Después de la separación, hábilmente incentivada por Estados Unidos de América, los gobiernos colombianos no supieron reaccionar y se consumieron en las diatribas propias de las heridas que dejó una de las muchas guerras civiles que han manchado al país. A la alarmante crisis económica y el drama social se unía ahora un país roto y dividido.
Por lo pronto, Colombia mira con nostalgia un episodio turbulento que la marcó. Una indemnización que se pagó años después y que no sirve para mitigar el daño moral causado fue insuficiente para quitar un sabor amargo de un despojo, acelerado por la indiferencia de muchos. A más de un siglo del acontecimiento, pareciera que muchos optan por el silencio para así minimizar la pérdida, que una infamia aceleró.
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