Por Elda Cantú
Este verano, Italia ha sido conmocionada por una serie de casos de violencia sexual.
Los incidentes han provocado indignación: dos primas de 10 y 12 años fueron violadas varias veces por un grupo de compañeros en Caivano. En Palermo, siete jóvenes agredieron sexualmente a una chica de 19 años luego de convencer a un barman de servirle alcohol. En Florencia, un tribunal absolvió a dos muchachos de 19 años de la violación de una joven un año menor que ellos porque consideró que hubo una “percepción equivocada de consentimiento”, porque la joven había tenido relaciones con uno de ellos en otra ocasión.
“Estos casos han abierto debates en Italia acerca de las áreas abandonadas, las actitudes machistas que a menudo se adoptan hacia las mujeres y el peligroso papel amplificador de las redes sociales”, escribió la reportera Gaia Pianigiani. “También han expuesto divisiones profundas en cuanto a la persistencia del problema de la violencia contra las mujeres y cómo solucionarlo”.
El 27 por ciento de las italianas reportan haber experimentado violencia, reportó Gaia, y allá, como sucede en muchos otros países, “la idea de que las acciones o la ropa de las mujeres pueden provocar violencia ha permeado incluso los tribunales en Italia, donde en muchas ocasiones todavía no se hace ninguna diferencia entre la sexualidad y la violencia sexual”. Un informe de la agencia nacional de estadística reveló que persiste la noción de que las mujeres que han sufrido abusos hicieron algo para atraer la agresión.
Un complejo de viviendas públicas cerca de las casas de las niñas violadas.Credit...Gianni Cipriano para The New York Times

Y, si en numerosas ocasiones se adjudica a las víctimas la culpa del ataque, también se espera que, al denunciar, reaccionen de inmediato en el momento de los hechos.
¿Por qué sucede esto?
La duda la abordó en un extenso reportaje la periodista Jen Percy, autora de un libro de próxima publicación titulado Girls Play Dead (Las chicas que se hacen las muertas), sobre las estrategias de supervivencia de las mujeres.
Jen vio un video de una zarigüeya que fingía estar muerta pero que en realidad estaba paralizada por una respuesta biológica ante los depredadores y se preguntó si los humanos hacían lo mismo. Luego, según contó en una entrevista reciente, la periodista leyó el testimonio de una actriz que dijo que se quedó “inmóvil” en una declaración en la que afirmaba haber sido violada por el productor de cine Harvey Weinstein.

Así que se pasó un año entrevistando a víctimas de agresión sexual, investigadores, psicólogos, neurocientíficos y otros expertos para averiguar por qué sucede esto, que parecería contradecir a la reacción natural de defensa y, más tarde, resulta contraproducente al presentar una denuncia y buscar justicia.
Y es que, ante una amenaza o ataque, se espera que la reacción sea defenderse o escapar. Por eso, en muchísimos casos, las autoridades dudan de las denunciantes que no exhibieron esa respuesta ante el agresor.
“Nadie espera encontrarse en una situación así”, relató una mujer con entrenamiento militar que fue víctima de violación. “Pero todo el mundo imagina cómo reaccionaría y yo siempre había imaginado que lucharía y escaparía”.
Los humanos, independientemente de su capacidad física o entrenamiento, pueden experimentar inmovilidad tónica en casos de tortura, catástrofes y accidentes que amenazan la vida. Esta respuesta, explica el reportaje de Jen, constituye una parálisis involuntaria y temporal.
“Parece irónico”, escribieron dos psicólogos en 1979, “que las víctimas deban ser castigadas por la justicia por mostrar una reacción que tiene tal valor adaptativo y puede estar firmemente arraigada en la biología de nuestra especie”.
Por eso ahora hay un movimiento que busca ayudar a policías, fiscales y otros profesionales que tratan con víctimas de violencia sexual a comprender el funcionamiento del cerebro y sus respuestas.

Y, si en numerosas ocasiones se adjudica a las víctimas la culpa del ataque, también se espera que, al denunciar, reaccionen de inmediato en el momento de los hechos.
¿Por qué sucede esto?
La duda la abordó en un extenso reportaje la periodista Jen Percy, autora de un libro de próxima publicación titulado Girls Play Dead (Las chicas que se hacen las muertas), sobre las estrategias de supervivencia de las mujeres.
Jen vio un video de una zarigüeya que fingía estar muerta pero que en realidad estaba paralizada por una respuesta biológica ante los depredadores y se preguntó si los humanos hacían lo mismo. Luego, según contó en una entrevista reciente, la periodista leyó el testimonio de una actriz que dijo que se quedó “inmóvil” en una declaración en la que afirmaba haber sido violada por el productor de cine Harvey Weinstein.

Así que se pasó un año entrevistando a víctimas de agresión sexual, investigadores, psicólogos, neurocientíficos y otros expertos para averiguar por qué sucede esto, que parecería contradecir a la reacción natural de defensa y, más tarde, resulta contraproducente al presentar una denuncia y buscar justicia.
Y es que, ante una amenaza o ataque, se espera que la reacción sea defenderse o escapar. Por eso, en muchísimos casos, las autoridades dudan de las denunciantes que no exhibieron esa respuesta ante el agresor.
“Nadie espera encontrarse en una situación así”, relató una mujer con entrenamiento militar que fue víctima de violación. “Pero todo el mundo imagina cómo reaccionaría y yo siempre había imaginado que lucharía y escaparía”.
Los humanos, independientemente de su capacidad física o entrenamiento, pueden experimentar inmovilidad tónica en casos de tortura, catástrofes y accidentes que amenazan la vida. Esta respuesta, explica el reportaje de Jen, constituye una parálisis involuntaria y temporal.
“Parece irónico”, escribieron dos psicólogos en 1979, “que las víctimas deban ser castigadas por la justicia por mostrar una reacción que tiene tal valor adaptativo y puede estar firmemente arraigada en la biología de nuestra especie”.
Por eso ahora hay un movimiento que busca ayudar a policías, fiscales y otros profesionales que tratan con víctimas de violencia sexual a comprender el funcionamiento del cerebro y sus respuestas.
Mike Milnor es un exagente de policía que brinda capacitación de este tipo. En el reportaje dice: “No creerás cuántas veces se me han acercado policías duros, experimentados y fornidos con lágrimas en los ojos para decirme que piensan en las víctimas a las que trataron mal, no por maldad, sino por ignorancia”.
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FUENTE: >>Elda Cantú
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