Somos los venezolanos víctimas de tortura, persecución y violaciones sistemáticas a los derechos humanos en nuestra tierra natal. Y cuando creemos haber escapado del horror, nos encontramos con un nuevo muro: en Estados Unidos, la persecución continúa, esta vez por nuestra nacionalidad. Hoy, como en su tiempo lo fue el pueblo judío en la era de Moisés, somos un pueblo errante, criminalizado por existir.
Las estadísticas son contundentes: más de 9,2 millones de venezolanos han huido de su país desde el 2013 según El Observatorio de la Diáspora; en los últimos años se ha convirtiendo esta crisis en el mayor éxodo de la historia contemporánea de América Latina.
De ellos, al menos 1.3 millones han solicitado asilo en distintos países, mientras más de 365.000 han sido reconocidos como refugiados. Pese a la magnitud de esta tragedia, la comunidad internacional sigue actuando con lentitud e indiferencia.
Una muestra clara de la política errada en materia migratoria del presidente Donald Trump —y de la continuidad de criterios errados por parte de algunas agencias federales— es la incapacidad de distinguir entre víctimas y verdugos. Mientras testaferros, familiares de altos funcionarios del narco-régimen de Nicolás Maduro y cómplices de crímenes de lesa humanidad se pasean libremente por las calles de Estados Unidos en carros de lujo, cenan en restaurantes exclusivos y compran en boutiques de renombre sin ser investigados ni juzgados, el ciudadano común que huyó con dignidad de un sistema criminal como es el caso de GREGORY SANABRIA terminan siendo victimas de esta política sin capacidad de diferenciar entre un delincuente y una victima de tortura…
Gregori fue encerrado en una cárcel migratoria luchando y está luchando por su vida , rogando a los EEUU no sea deportado a Venezuela porque su vida está en riesgo de muerte
Actualmente, más de 903.000 personas de origen venezolano residen en Estados Unidos, siendo el estado de Florida el principal receptor con casi 381.000 venezolanos. Se estima que al menos 486.000 están en situación migratoria irregular, a pesar de ser en su mayoría personas trabajadoras, educadas y productivas: el 48 % de los venezolanos en EE.UU. posee título universitario o superior, y el 75 % de los mayores de 16 años están activos en el mercado laboral.
Muchos de ellos han transitado las rutas más peligrosas del continente, atravesando selvas, desiertos y fronteras dominadas por mafias, buscando refugio en el país de las oportunidades. Sin embargo, la respuesta que encuentran es la persecución, el rechazo y, en algunos casos, la deportación sin garantías mínimas de debido proceso. Tan solo entre octubre de 2024 y marzo de 2025, más de 350 venezolanos fueron deportados en vuelos hacia terceros países, y la mayoría de ellos no tenía antecedentes penales.
Pero no somos los únicos. El drama de los hermanos cubanos con el formulario I-220A es otra prueba del maltrato institucional. Más de 300.000 cubanos que ingresaron a EE. UU. huyendo de la dictadura castrista fueron liberados con ese documento, que las autoridades migratorias ahora se niegan a reconocer como una entrada legal, dejándolos en un limbo jurídico, sin derecho al ajuste cubano ni a permisos de trabajo. Muchos de ellos están enfrentando órdenes de deportación tras años de residencia en el país, habiendo trabajado, pagado impuestos y formado familias. Esta doble vara migratoria castiga a quienes han luchado por la libertad en sus países y hoy solo buscan un lugar seguro para vivir.
En esta nueva realidad, ser venezolano , cubano o nicaragüense se ha vuelto un estigma, un delito Para muchas administraciones y gobiernos del mundo, nuestra nacionalidad es casi un delito. Es llevar en el pasaporte una marca de exclusión que nos niega acceso a la protección y a la dignidad. La xenofobia ha dejado de ser un prejuicio para convertirse en una política de Estado disfrazada de seguridad migratoria.
Lo más doloroso es que esos mismos países que hoy nos cierran las puertas fueron, en otro tiempo, acogidos por Venezuela. Nuestro país fue una nación próspera que ofreció refugio a miles de europeos, latinoamericanos, libaneses, sirios y africanos que huían de guerras, dictaduras y hambre. Hoy, la historia parece haber sido olvidada.
Se critica con vehemencia al régimen de Nicolás Maduro, y también al castrismo, pero no se toman acciones concretas para proteger a quienes huyen de ellos. Más de 9,1 millones de venezolanos desplazados no pueden esperar eternamente una solución. La mitad de ellos no tiene acceso diario a alimentos suficientes ni a vivienda digna en los países de acogida. A pesar de esto, la respuesta internacional sigue siendo mínima: para 2023, solo se recaudó el 12 % del financiamiento necesario del plan regional humanitario.
Urge una coalición de fuerzas que empujen al derrocamiento de Maduro y solo entonces veremos millones de venezolanos regresando voluntariamente a Venezuela
La historia juzgará a quienes hoy callan, niegan y criminalizan a pueblos hermanos que solo quieren vivir en paz. Nuestra lucha continúa, no solo por nuestra libertad, sino por el derecho a existir y vivir con dignidad.
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FUENTE: >>https://dossiervenezuela.com/opinion/villca-fernandez-torturados-en-venezuela-perseguidos-en-estados-unidos/
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