Estados Unidos ha puesto todo su poder militar sobre el régimen narcoterrorista de Nicolás Madurovy sus cómplices que ha destruido y saqueado a Venezuela.
Lo que comenzó como una operación antidrogas en el Caribe se ha convertido en la mayor demostración de fuerza norteamericana en la región en toda su historia.
Detrás de los buques de guerra y los cazas sobrevolando el mar, hay un mensaje inequívoco: la era de Maduro está llegando a su fin.
Washington no busca una invasión, sino una rendición política forzada por la presión militar.
La estrategia de Donald Trump es clara: sin poner “botas en el terreno”, imponer la salida del chavismo mediante el peso abrumador de su poderío.
La renuncia, el exilio o la captura son las únicas salidas que contempla la Casa Blanca.
Mientras tanto, el miedo se ha instalado en el corazón del régimen.
Maduro cambia de residencia cada noche, sus ministros sustituyen escoltas y los servicios de inteligencia desconfían incluso de sus propias sombras.
Las fuerzas armadas venezolanas, desgastadas, mal equipadas y fracturadas, no están preparadas para enfrentar un enemigo real.
Durante años solo combatieron al pueblo desarmado.
Hoy, frente a la flota más poderosa del planeta, el castillo de represión y propaganda comienza a resquebrajarse.
El mensaje desde Washington retumba sobre el Caribe: o se van por las buenas... o se los llevan por las malas.
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