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viernes, septiembre 30, 2016

LA CAPITULACIÓN DE SANTOS

Cuando existe disposición de llegar a un acuerdo transaccional, las partes en conflicto deben ceder recíprocamente en algunas de sus pretensiones. Eso es lo normal en una mesa de negociaciones que tenga que ver o no con la parte política. Si se aceptaran las reclamaciones de una sola de las partes sin la debida contraprestación de la otra, estaríamos en presencia de una sumisión con reconocimiento de la arbitrariedad que pudo haber cometido una parte contra otra. Pues bien, eso es lo que parece haber imperado en el acuerdo de “paz” en Colombia. La FARC ha cometido los crímenes más horrendos que podemos imaginar, secuestrado, asesinado, reclutamiento de niños para incorporarlos a la lucha armada, violado a miles de niñas, y un sinfín de monstruosidades más. La FARC se erigía como un Estado, y el presidente Santos al sentarse a dialogar, les reconoció la beligerancia que invocaba para ellos el fallecido presidente Hugo Chávez.



La Habana fue el escenario para esas negociaciones para lograr la fórmula supuesta para conseguir la paz en el hermano país después de largos y duros 52 años de lucha.

Lo cierto del caso es que la semana que viene, el 2 de octubre, habrá un referéndum en Colombia para que los ciudadanos se pronuncien si están o no de acuerdo con el acuerdo de paz ¡Por Dios! Quién puede estar con la guerra. Pero el asunto es dirimir bajo qué condiciones se firmó y se consultará ese acuerdo. Fíjense ustedes la manera como está redactada la pregunta: “¿Apoya usted el acuerdo final para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera?" Leyéndola aisladamente y sin haber sufrido los embates de la crueldad guerrillera, la respuesta, sin lugar a dudas sería un rotundo sí.

Si nos detenemos a evaluar las condiciones que Juan Manuel Santos aceptó en Cuba después de cuatro años de negociaciones (o rendición) para lograr la paz, no tendríamos ninguna duda de que lo que se consultará no es otra cosa que una humillación a las víctimas y a las Fuerzas Armadas colombianas. Equivale a perdonar los crímenes ejecutados por uno de los principales carteles de la droga del mundo.

Probablemente gane el “sí”, lo cual se traducirá en mayor fuerza para los enemigos de la democracia. Momentáneamente, Santos aparecerá como el gran pacificador de Colombia, pero no pasará mucho tiempo en que vuelvan a aparecer los irregulares comprometidos en el negocio del narcotráfico.

La lucha inicial de la guerrilla fue por asuntos ideológicos, altruistas, reivindicativos, de acuerdo a sus creencias. Pero hoy en día, aquel origen se desvirtuó para convertir su lucha en una gran empresa económica que maneja miles de millones de dólares al año. A eso nunca renunciarán. Con eso hay que acabar, como se lo planteó el presidente Álvaro Uribe, que puso a raya a la guerrilla y casi las exterminó, reduciéndola a su mínima expresión. Pero, desgraciadamente, Juan Manuel Santos las oxigenó y está a punto de perdonar con un referéndum. Claro que si a cualquier mortal le preguntan si está de acuerdo con la paz, contestará con un rotundo sí, por esa razón es titánica la tarea de los promotores del “no”, deben recorrer todo el territorio colombiano explicando en qué consiste esa capitulación ante sus legendarios asesinos.

A todas estas, y mientras festejan la victoria del sí, en caso de que así sea, el centro de acción de la narcoguerrilla que no desaparecerá ´por ese acuerdo, porque maneja tanto o más dinero que la empresa petrolera, será trasladado a Venezuela. Con la supuesta pacificación de Colombia se engaña a los colombianos y se fortalecerán los grupos irregulares en nuestra muy maltratada y desgobernada Venezuela.

No hay duda: la FARC ganó. Beligerancia, escaños en el parlamento, reconocimiento político, y perdón por sus crímenes. Colombia logra una aparente paz, que durará muy poco porque las negociaciones con bandidos no se dieron dándole el trato de delincuentes sino como a una institución filantrópica. Venezuela también pierde, porque la base o centro de operaciones de la FARC se trasladará a nuestro país. ¡Si yo votara en Colombia no dudaría en hacerlo por el NO!

Por Pablo Aure @pabloaure
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