En un mensaje previo a este y que yo había publicado en las redes sociales, reseñaba sobre ese espíritu de competitividad que ha nacido en el corazón y la mente de la mujer, para con el hombre en su desesperación de demostrar al hombre y asimisma, lo que ella puede ser igual y en paralelo con el hombre, que puede hacer bien o mejor, todo lo que el hombre hace. Quizás sea una manera de protestar para tratar de ganar un lugar en la sociedad y en el hombre, que ella cree que ha perdido. Pero la realidad es, que haciendo esto, la mujer ha ido perdiendo la esencia de su naturaleza; Dios hizo al hombre y a la mujer, a cada uno con su propia particularidad, no como dos elementos de competencia entre ellos, sino para que el uno en el otro pudiesen complementarse entre sí. Es decir, el propósito de Dios en el recurso del hombre y de la mujer, toma relevancia a partir de que cada uno, no solo vivirá para reconocer su integración el uno en el otro, sino que para ejecutar la acción para lo que un hombre en la mujer debe ser, y vs, lo que una mujer para un hombre debería ser. Hombre y mujer, no fuimos creados para competir sobre quién puede más y quién puede menos, sino para ser un complemento el uno del otro, sobre lo que cada uno significa, en relación a lo que sería el propósito de Dios sobre ellos.
Por Derwell J Fallu