Venezuela despierta al 2020 con una claridad total de su situación real. Desde la tapa de la barriga, el venezolano se sabe jodido. Bien jodido. Sin dinero suficiente, ni virtual ni del que le hace llegar un familiar que se rompe el lomo como burro afuera, para medio satisfacer sus necesidades básicas.
Sin luz. Sin gasolina. Sin agua. Sin protección. Sin ley alguna. Sin gobierno. Sin oposición al régimen que nos saquea la vida.
El venezolano abrió los ojos en el 2019. Tras la parodia contratada del “Vamos Bien”, finalmente comprendió que la oposición institucional venezolana, funciona como contrapeso arreglado por el
propio gobierno. Que son uña y carne. Alfa y Omega para cubrir las formas internacionales, y dar el aspecto de Estado Occidental. ¡Lo cual sabemos no es verdad!
Venezuela está controlada, no gobernada, controlada por cientos de bandas del crimen nacional e internacional que saquen sus riquezas naturales, produce y exporta drogas y son la base para la planificación de todas las diabluras que las organizaciones terroristas islámicas, puedan estar maquinando para atacar a sus objetivos históricos dentro y fuera del Continente Americano.
Si los Yanquis, los frágiles gobiernos y gobernantes latinoamericanos y los complacientes europeos no les da la gana de reaccionar ante esa verdad, es su problema. Cualquier aparato de quinta categoría de inteligencia política, llega a esa tremenda conclusión con solo acercarse a una estación de servicios venezolana, a un puesto de fronteras o a un simple piquete de la policía nacional que este matraqueando en cualquier esquina, de cualquier ciudad dentro de nuestro país.
El logro para toda Venezuela, es saberlo. Es comprender que sea quien sea quien controle la maquinaria de la Asamblea Nacional, nada, pero nada, va a cambiar. El venezolano comprendió que el aparato Asamblea Nacional “opositora” desde el 2015 no fue otra cosa que una ventana abierta por un gobierno dueño del sistema electoral, para mantener algún espacio de pugnacidad política institucional. Para que muchos y en muchos lados, “se la crean”.
El venezolano de Adentro y de Afuera, el digno y honrado que ama a su país, lo sabe: ¡ahí no hay nada que cuidar! No se pierde NADA con la pérdida de la Asamblea Nacional. Ni con su cierre. Ni con la migración o reconciliación con los “diputados” pertenecientes a la bancada de la porquería del siglo XXI. “Eso” y nada, es lo mismo. ¡Pa ’ponerlo bonito y no ofender a Dios!
Al país bueno y decente. Al país que no está enchuflado, le costó 5 largos años entender la naturaleza de la Asamblea Nacional que nos gastamos. La parodia que ella representa. Y la puesta en escena de todos los años a principios de año, que se monta alrededor de las expectativas de su “supuesta” condición de motor para empujar la salida del régimen que nos mantiene secuestrados.
Ya el venezolano de Adentro y de Afuera sabe que con “eso” no se sale de “esto”. Que “eso”, la Asamblea Nacional y sus operadores de mantequilla, se derrite al primer maletinazo de dólares arrugados y sucios del narcotráfico que el gobierno les ofrezca. Mientras se tragan millones de dólares que gobiernos y personas del resto del mundo, y seguramente hasta de buena fe, que les “bajan” para que mantengan la tensión “en contra” de la revolución bolivariana.
Que todo “eso” es la Oposición. Negocios de unos pocos, usando a muchos, para forrarse con plata ajena y aguantar todo lo robado por un gobierno de depredadores y saqueadores.
Que ser oposición es solo ser bulto y bojote. Solo buenos para marchar en horario de oficina, votar en alguna nueva celada con un CNE con rostros nuevos y mismo sistema. Es decir, usar a las grandes mayorías nacionales como tontos útiles para barnizar el esfuerzo de doble cara de unos pillos enmantecados con un gobierno de delincuentes.
Ya el venezolano de Adentro y de Afuera sabe que “eso” no es Resistencia. Que “eso” no es accionar. Que “eso” solo nos convierte en piezas de un engranaje monumental, donde unos pocos, pero que muy pocos, hacen un daño enorme a muchos.
Resistencia es oponerse al genocidio del siglo XXI. No pactar con él. Resistencia es comprender que la lucha de verdad, es entender que nos estamos jugando la extinción del venezolano como raza. Que no hay inclusión de ninguna forma ni manera, que apunte a la convivencia pacífica con estos coños de sus madres. Que son “ellos” o nosotros. Y actuar, ACTUAR, en consecuencia.
En cualquier circunstancia o evento humanos donde un grupo social dominado por otro, ha llegado al “entendimiento” de cualquier tipo de reparto con sus opresores, se habla de COLABORACIONISMO. Con todas sus letras. De entrega. De conchupancia, a la criolla. De traición.
¡No cambiemos las cosas! Ni juguemos a los modelos de muchachos de negociaciones de ONU o Harvard o de no-se-cuantos-lados.
Ser Resistencia es resistir, sin doblarse, hasta vencer. Haciendo “cosas”.
Por eso es que, Venezuela, amaneció en el 2020 en Resistencia.
¡Viva Venezuela Libre!
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