Las consideraciones precedentes hacen suponer el desarrollo, al interior de las organizaciones, de una nueva cultura que propenda a privilegiar a las personas, por encima de los otros factores de
producción, a los fines de crear las condiciones para generar un clima de identificación y compromiso por parte de sus integrantes y alcanzar la sinergia necesaria que permita la potenciación de todos los sectores involucrados.
Quienes lideren las organizaciones hoy, deben tener conciencia de estas nuevas realidades y tendrán que crear las condiciones necesarias para que esta nueva cultura se instale, se profundice y se exprese, alcanzando los objetivos que persigue cada organización.
Debemos tener presente que ningún equipo se desarrolla producto de la casualidad o del azar. El gerente-líder que así actúa, no es más que un administrador de rutinas. Los equipos de alto rendimiento se construyen de manera intencional, lo cual implica la inversión de tiempo, esfuerzo y recursos. Indudablemente, el líder o líderes que deseen impulsar esta cultura, deberán ser individuos de principios, transparentes, auténticos, increíblemente competentes y confiables que persisten hasta el final, organizados y disciplinados, proactivos y no reactivos, con una clara visión hacia donde quieren llegar y con una gran fortaleza de carácter que no toleren caminos oscuros para lograr lo que necesitan.
El Sentido de Pertenencia no se corresponderá nunca con una actitud mecanicista que se logra con simples incentivos laborales. Ella demanda un compromiso espiritual de los miembros de la organización, que la conciben, no sólo como la posibilidad de obtener un significativo beneficio en contraprestación a los servicios proporcionados, sino como la posibilidad cierta de su crecimiento y desarrollo personal, a través del cumplimiento de las actividades laborales, las cuales deben encontrarse alineadas con la visión, la misión, los valores y principios de la organización. En consecuencia, ella se instalará sólo, en aquellas organizaciones cuyas actividades y objetivos entrañen un compromiso ético con la sociedad a cuyo servicio se encuentran.
Para impulsar el sentido de pertenencia organizacional, por tanto, es necesario compartir el poder en la organización, aplanar su estructura, abrir las puertas a la participación de todos sus integrantes a los procesos de toma de decisiones, es hacer sentir, a cada uno de sus miembros, que su esfuerzo, por modesto que sea, es muy importante para el crecimiento y desarrollo institucional y el logro de sus objetivos. Esto es lo que se denomina el empowerment, es decir, invitar, urgir, y orientar el liderazgo en todos y cada uno, para liderar todos los niveles de la institución. De esta manera, cada uno sentirá que esa organización le pertenece, que ella representa la seguridad de su futuro, que por ella vale la pena entregarse y luchar, se dispondrá a sacar lo mejor de sí, se entregará para alcanzar resultados extraordinarios y liberará, con absoluto desprendimiento, toda la energía creadora para alcanzar el éxito.
En consecuencia con lo expresado, cuando escuchamos en una organización expresiones como: eso no me toca a mí, para eso no me contrataron, no tengo porque hacerlo, entre otras similares, las mismas son reflejo de un nivel de pertenencia nulo y de una organización en crisis que debe preocuparnos. Ellas son expresión inequívoca de un modelo y una cultura agotada que se construyó sobre un fuerte individualismo, donde todo funcionaba de arriba hacia abajo y que en el mundo actual está condenada al fracaso.
Publicado 10th December 2013
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