¿Qué está pasando y por qué es importante la confianza política?
La permanente y grave crisis nos ha llevado a la devastación económica, social y política en todo el territorio nacional, poniendo en riesgo la Soberanía Nacional en toda su dimensión y de una segura catástrofe final.
Poco a poco se va estrechando en Venezuela el espacio para los análisis, los diagnósticos y las diferentes interpretaciones de la realidad. La mayoría de los análisis y diagnósticos coinciden. Y coinciden porque la realidad ya es inocultable.
La quiebra institucional del país salta a la vista. El futuro de las promesas de ayer es la realidad de hoy, quedando claro que con esta versión de democracia al tenor del socialismo del siglo XXI, ni se come, ni se cura, ni se educa. Han pasado las épocas en las que se podían minimizar estos fenómenos tratando de taparlos con alguna promesa
esperanzadora.
En Venezuela no están fallando aspectos parciales de un sistema aceptable a partir de la nueva constitución del 99. Lo que está fallando, lo que nació fallado de entrada, es el sistema mismo. Construido sobre quimeras que nunca fueron más que hermosas expresiones de deseos; alimentado por utopías infantiles cuya inviabilidad política ha quedado palmariamente demostrada; sostenido por una cantidad increíble de hipocresía, de represión y eternamente dependiente de decisiones externas cuyo objetivo jamás coincidió con el interés nacional.
El sistema sociopolítico actual — o el "proceso" como han dado en llamarlo — son sencillamente insostenibles. Son un fracaso. Oprobio e inopia se propagan peor que el virus que hoy nos alarma.
Es el momento preciso para nuestra oportunidad. Los ciudadanos organizados logran grandes cambios, a través del cual se abran espacios para fomentar una verdadera contribución activa con mayores y mejores capacidades para controlar a los gobernantes y representantes.
Durante décadas, la investigación académica sobre la confianza política ha sido motivada por preocupaciones sobre la disminución de los niveles de confianza pública en la política. Debido a que la confianza política se considera una condición previa necesaria para un gobierno democrático, se cree que una disminución de la confianza desafía fundamentalmente la calidad de la democracia representativa.
Fundamentalmente, la confianza política puede entenderse como el apoyo de los ciudadanos a las instituciones políticas como el gobierno y el parlamento ante la incertidumbre o vulnerabilidad a las acciones de estas instituciones. Si bien la confianza política se trata convencionalmente como un valor prodemocrático, su ausencia no es evidentemente perjudicial para la democracia. Más bien, el escepticismo estimula el compromiso político y señala una disposición a juzgar las instituciones políticas por sus propios méritos.
En las comparaciones transnacionales, la confianza política es consistentemente más alta en países que se consideran democracias liberales. Dentro del conjunto de las democracias liberales, los países nórdicos tienden a tener las tasas de confianza más altas, mientras que los antiguos países comunistas de Europa Central y Oriental tienen los más bajos. A pesar de la evidencia de que la confianza política disminuye en muchas democracias de larga data, en las últimas décadas se caracterizaron por fluctuaciones sin tendencia en la mayoría de los países.
Si bien los académicos han avanzado mucho en la comprensión de las fuentes de confianza política, especialmente la corrupción, la equidad procesal, el desempeño (económico), las instituciones inclusivas y la socialización; en esta crónica trato de argumentar que el conocimiento sobre sus consecuencias ha permanecido notablemente escaso.
Mucha investigación sobre la confianza política se ha enmarcado implícita o explícitamente para tocar la narrativa de la crisis de la confianza política. Sin embargo, esta narrativa también ha sido cuestionada. Los académicos han debatido la relevancia de la confianza política en un nivel más conceptual, discutieron sobre la interpretación correcta de las tendencias longitudinales y las diferencias transnacionales, discutieron las raíces sociales y políticas de la confianza política y estudiaron sus consecuencias. Estos debates y discusiones han sido valiosos, enfocando la comprensión académica de la confianza política y ampliando los límites de nuestro conocimiento.
Seguramente es difícil imaginar una democracia si los principios y valores democráticos no están profundamente arraigados en la sociedad. Sin embargo, el apoyo a estos principios democráticos no debe convertirse en una confianza ciega en el desempeño o las instituciones, y mucho menos en el apoyo incondicional a los titulares de cargos.
La falta de confianza política no tiene por qué ser perjudicial para la democracia representativa. Los investigadores han utilizado etiquetas como escéptico, crítico, vigilante y asertivo para describir a los ciudadanos que no confían y que, sin embargo, fortalecen la democracia, aunque solo sea porque su falta de confianza estimula el compromiso: "La democracia requiere confianza, pero también presupone una ciudadanía activa y vigilante con una posición de escepticismo para con gobierno y disposición de cambio, en caso de necesidad”. Apuntan los expertos en sus comentarios.
En muchos sentidos, las prácticas corruptas son antitéticas a la confianza política. La corrupción generalizada socava la eficiencia y la efectividad. Implica una ausencia de escrúpulos morales. Prospera en una falta institucionalizada de responsabilidad. Y la corrupción invoca incertidumbre y desigualdad tanto a nivel macro (políticas acordadas por el gobierno) como a nivel micro (la implementación de estas políticas en la vida diaria). Como tal, la corrupción es el epítome del gobierno de mala calidad.
Además de la calidad de los procedimientos gubernamentales y la calidad de la producción gubernamental, los académicos han estudiado el papel que desempeñan las instituciones de aportes democráticos para impulsar la confianza política. El debate posiciona la representación y el proporcionalismo frente a la rendición de cuentas. Si bien es probable que tanto el gobierno como sus opositores se beneficien de la confianza política desde un punto de vista teórico, las instituciones electorales tienden a enfatizar una sobre la otra.
A nivel nacional, los sistemas de listas de partidos permiten que las minorías políticas estén representadas en los parlamentos de manera relativamente fluida y tienden a estimular a gobiernos de coalición porque el poder político no se concentra en el partido que tiene una pluralidad de votos. Y, por lo tanto, asignan responsabilidades políticas con mayor claridad. Sin embargo, las minorías políticas, al menos aquellas que no están agrupadas geográficamente, son mucho menos propensas a estar representadas en el parlamento, y mucho menos proporcionales a su tamaño electoral.
Algunos estudios encuentran evidencia de que la confianza política es mayor en países con sistemas más proporcionales.
Finalmente, el nivel de confianza política refleja en parte la naturaleza general (des) confianza de los ciudadanos individuales. Nuestra comprensión de los determinantes de la confianza política probablemente se ha expandido más. La confianza política es mucho más que el resultado de una perspectiva general pro-social y de confianza de los sujetos que confían; también refleja las cualidades de los objetos en los que se confía. La confianza política es alta cuando las instituciones están limpias de corrupción, funcionan bien y son inclusivas.
Auspiciamos por tanto, aportar una mayor legitimidad política a los procesos de la vida pública en la medida en que se nos pueda garantizar una participación democrática de calidad. Confiamos en que esta orientación, centrada en el ser humano y en la libertad con responsabilidad, es la única capaz de crear progreso y prosperidad, tanto material como espiritual. Lo nuestro es una verdadera revolución moral.
Y recuerda… Ciudadano en Acción. ¡Juntos es mejor!
Raul Amiel
raulamiel@gmail.com
@raulamiel
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