El ejercicio de la ciudadanía eso implica, serlo.
Ese límite es un piso, no un techo, lo que conlleva que se es ciudadano bien hasta que una sentencia judicial esa condición retire o en su defecto que el ciudadano sea llamado a la presencia del Señor.
En los últimos 22 años buena parte del país ha comprado la conseja según la cual es la juventud la que debe liderar todos los procesos políticos, faltando solo decir que mientras más jóvenes mejor, construyendo en el país una práctica que me he permitido llamar la “osmelización” de la política, lo cual no tengo dudas ha resultado a la larga contraproducente.
Quienes eso afirmaban al inicio de este periodo –y algunos lo siguieron haciendo- avanzan a paso de vencedores hacia los cuarenta largos y por cierto no tienen en mente, mas faltaba, dar un paso al costado.
La circunstancia de ser joven lo único que con certeza garantiza a una persona es que tiene menos edad que otra pero esta podrá decirle cuando le llaman “viejo” como le escuché decir a mi Mamá en una oportunidad “mira que donde él compró, todavía venden”.
La experiencia es algo que no se adquiere con la juventud. Para aquella se requiere tiempo y práctica. Ciertamente que la misma puede ser buena o mala, favorable o desfavorable pero nadie me discutirá que quien carece de élla no puede ponerla a servicio de nadie.
La situación por la cual atraviesa Venezuela -por compleja- no puede ser resuelta exclusivamente, con vehemencia juvenil. Requiere además conocimiento sobre los temas a tratar, buena experiencia en el manejo de otras precedentes y adicionalmente, serenidad de ánimo, ese que por lo general tienen los que más han avanzado en el calendario de la vida, consecuencia del transcurrir de esta en condiciones que las más de las veces no fueron ventajosas.
Han cometido un grave error de juicio los dirigentes políticos que –por razones de edad- han pretendido dejar de lado a quienes les precedieron.
Salvo el caso del dirigente que, como consecuencia de resultados electorales resuelve dar un paso al costado –caso muy inusual por cierto en Venezuela- el ejercicio pleno de la ciudadanía, que implica por supuesto participar, elegir y ser elegido, no puede ser producto de la imposición generacional sino la consecuencia de una decisión personal producto de la reflexión y que, por cierto como consecuencia de esta puede revertirse.
El Presidente Caldera, en sus últimos años de vida –cuando se reclamaba sus aspiraciones políticas a avanzada edad- traía siempre a colación el caso de los más emblemáticos dirigentes de la recuperación europea post segunda guerra mundial. Hoy reivindico esa posición. Para reconstruir a una Venezuela libre, próspera y democrática, todos seremos necesarios sin artificiosas exclusiones.
Gonzalo Oliveros Navarro
@barraplural.
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