Cuando un equipo es elegido para gobernar el país, tiene derecho a hacerlo, pero quienes no votaron por ellos tienen el mismo derecho a que sus opiniones sean escuchadas.
Observo en Colombia, país donde por fuerza de las circunstancias resido, repetir en sus calles las prácticas que viví en mi país estos últimos 24 años. Es así como mientras unos actores políticos proponen marchas, otros que les adversan, replican con contramarchas.
En Venezuela, esa práctica fue consecuencia de la absoluta negativa de quienes gobernaban a escuchar las observaciones que sus contradictores les hacían.
A diferencia de lo que ocurre en Colombia donde existe institucionalidad, en Venezuela eso no ocurrió.
Fueron los órganos del Estado, comenzando por la Corte Suprema de Justicia, luego convertida en Tribunal Supremo, los que con su accionar facilitaron el desarrollo de esta tragedia que observamos en nuestro país.
Colombia, por el contrario, tiene un parlamento en el cual se debate y se resuelve, unas veces a favor de los argumentos del gobierno y otras de la oposición; de eso adoleció Venezuela buena parte de estos años.
Esa tragedia nuestra -esa imposibilidad de hacer política en el parlamento- se inició el año 2005 porque ese año la oposición se abstuvo de votar en la elección correspondiente. Luego porque el chavismo mantuvo la mayoría en el parlamento. Después cuando la perdió, anuló su accionar valiéndose de magistrados judiciales y de una constituyente que ni un artículo discutió. Para finalizar ahora con un parlamento constituido en contravía al texto constitucional y así, mientras eso ocurría, gobierno y oposición marchaban un día tras otro.
Convencido estoy que, cuando un equipo es elegido para gobernar el país, tiene derecho a hacerlo, pero quienes no votaron por ellos tienen el mismo derecho a que sus opiniones sean escuchadas. Eso, lamentablemente, no ocurrió en Venezuela y por eso hoy así estamos.
La dinámica de marchas que la oposición en Venezuela consideraba exitosas, que era replicada con su espejo por el chavismo con la misma conclusión, no resolvió ni uno solo de los problemas nacionales, ni uno.
Seguramente cada uno de quien me lee pensará que cada país tiene su propia realidad y en eso concuerdo. Sólo ruego que, lo que ya viví en mi tierra y aquí me tiene; como pasa con más de siete millones de mis compatriotas que afuera de nuestra tierra se encuentran, no se replique en esta tierra de Nariño y Caldas.
Cuento en todo caso, como creo lo hacen buena parte de los millones de venezolanos que en el país residimos, con el funcionamiento de la institucionalidad colombiana y la responsabilidad que entiendo tienen actores políticos en el gobierno y la oposición para que ello no ocurra. Espero, para bien de todos, no equivocarme.
*Gonzalo Oliveros Navarro, Abogado. Director de Fundación2Países @barraplural
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FUENTE: >>https://lalineadelmedio.com/marchas-y-contramarchas/
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