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martes, septiembre 30, 2025

Editorial: Los banqueros venezolanos no van al Paraíso (II)

El mecanismo estaba aceitado, hoy es un aparato oxidado e inoperativo salvo para apuntalar el compadrazgo, el acceso a más capitales solo para negocios selectivos y claro que sí, para oxigenar la corrupción.

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Los bancos, esas empresas que hoy solo parecen servir para potenciar grandes capitales o apadrinar a sus ciudadanos selectos ¿podrían ser un factor clave para fortalecer las provincias?...

En Venezuela eso ya ocurrió y hubo claros éxitos en las décadas de los 60 y 70 que aún, muchos, permanecen vivos.

Había una filosofía bancaria que también respondía a los planes del futuro del país, directores y gerentes que veían el potencial de un proyecto y apostaban, con confianza en él. Había una cultura arraigada de respeto por esa confianza, así que el banco hacía fluir el capital, y las familias, los pequeños y medianos empresarios, ponían a producir los fondos para crear núcleos de bienestar.

El mecanismo estaba aceitado, hoy es un aparato oxidado e inoperativo salvo para apuntalar el compadrazgo, el acceso a más capitales solo para negocios selectivos y claro que sí, para oxigenar la corrupción.

Algún caso de emprendimiento real que haya conseguido un crédito en la Venezuela de ahora es una excepción. ¿Las familias?, parecieran no existir, ese núcleo de la sociedad para los Bancos es un saco roto que solo representa supervivencia y sin capacidad de enfrentar honestamente una deuda.



El reto de la nueva política financiera en un nuevo modelo de Estado, debe ser el de fortalecer las diversas actividades de la economía, no solo los que aspiran a ser o ya son grandes. Vaya por delante las fortunas fabricadas a la sombra del poder.
¿Productos o planes imposibles?

¿Acaso no se puede relanzar las entidades de ahorro y préstamo con nuevos productos? ¿Es incapaz la banca de diseñar una nueva línea de fondos mutuales de privados para programas de pensiones dignas o retiros por incapacidad? ¿Y qué del financiamiento a las cooperativas?... ¿Podría la banca crear una arquitectura financiera de riesgo controlado para familias jóvenes que buscan su primera vivienda? ¿O crear programas de leasing o renting para abrir el acceso a vehículos?

Entidades como Corpozulia, que nacieron para el apalancamiento de la pequeña y mediana empresa, deben de retomar su visión y misión.

Ese modelo financiero permitió que se desarrollaran zonas industriales en el país, que se incrementara la producción del campo desde el sector primario, que se crearan nuevos productos y también que se importaran casi desde cualquier parte del mundo para satisfacer una demanda contextualizada en un petróleo cuya renta despegaba y le otorgaba al país un crecimiento sin precedentes con un PIB por encima de 11 mil millones de dólares y variaciones interanuales de entre 3 y 7%, según datos del Banco Mundial.



Crecieron los hoteles, se invirtió en turismo y se posicionaron atractivos naturales para viajeros del mundo y los propios locales. Margarita brilló en el mapa mundial de destinos preferidos del Caribe.

Hoy, la clase media solvente que definió por aquellos años una sociedad de estudios y conocimiento, de economía responsable y con visión de crecimiento económico que había sido parte del universo que pudo crear empresas gracias al crédito bancario, terminó fulminada por la bandera de la lucha de clases y se erosionó hasta fundirse con el “proletariado”.


Pudieron reimpulsar a la clase media, pero en el contexto de la revolución, se prefirió crear una nueva clase aupada por flujos ingentes de capitales y contratos, surgieron los “enchufados”, los “bolichicos” y una clase pudiente, con fuerza financiera, pero gris. Allí no primaron los valores del estudio, la preparación académica y profesional y el emprendimiento innovador, el trabajo y la responsabilidad para cumplir compromisos bancarios, primó la corrupción.

Tanto daño le hizo al pueblo venezolano el “don regalón” de Hugo Chávez Frías que en su pretensión de regalar casas lo que logró fue arruinar el aparato financiero y alimentó la corrupción en su máxima expresión. Aún recordamos la trágica aparición de un general constructor hoy desaparecido como Cruz Weffer que, con su plan Bolívar 2000, destruyó una política de vivienda que arrasó con presupuestos con los que se pudieron construir 500 mil casas al año.

No es utopía ni ilusión ni idealismo. Hubiera sido posible. Lo lograron los gobiernos desde Caldera que en su lema de campaña en el 1968 ofreció 100 mil casas al año y lo logró, con menos tecnología para ese entonces y un petróleo en 9 $.

Transformación necesaria

La política económica debe transformarse y puede hacerse. Para ello se necesitan muchas entidades financieras para que los recursos del Estado puedan ser instrumentados por las entidades con figuras de “entidades de ahorro y préstamos”, “cajas de ahorro” y bancos donde los pequeños y medianos empresarios tengan acceso rápido para levantar nuevos negocios.

Recordamos que antes se podía adquirir una vivienda con 0% de inicial a una tasa del 4% a 30-40 años. Eso fue posible. Este escenario existe en el mundo occidental y Venezuela tiene todas las condiciones para ello.

Chávez y Maduro pusieron su mirada en la Habana y Venezuela cayó en esa desgracia. Controlaron la banca, la configuraron para ellos y para su proyecto. “Zamuros cuidando carne”, los delincuentes de cuello blanco que se han ganado el infierno, expurgados antes de tiempo del Paraíso y del país que podrá renacer.

Y ahí está uno de los grandes nuevos retos, que la nueva banca apueste a un país para el desarrollo y una sociedad para el futuro.

Carlos Alaimo

Fuente: https://diarioversionfinal.com/editoriales/editorial-los-banqueros-venezolanos-no-van-al-paraiso-ii/

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