Simón García
Miguel José Sanz no desarrolla una tesis educativa en términos de una metodología del aprendizaje o una didáctica de la escritura y la lectura, como si lo hizo Simón Rodríguez pedagogo de las primeras letras. Sanz, en cambio, concibe su proyecto como una reflexión concentrada en cómo aprender a cultivar los fines humanos, sociales y políticos de la educación.
*La ruta a la libertad*
En su visión, la educación es el motor de las mejoras que la sociedad colonial requiere y después de 1809, la concibe como herramienta para transformar la Capitanía General de Venezuela en una sociedad libre, independiente de España.
La tarea requería acción de las elites interesadas en romper las imposiciones de la Corona y a su vez de ideas, tanto propias como ajenas, para poner fin al papel menos que secundario que los reyes españoles asignaban a una provincia sin oro ni plata.
Sanz conocía desde adentro las instituciones que prolongaban aquí al poder peninsular y lo que ellas significaban como obstáculos para el desarrollo de la economía y la formación de la vida cívica como precondición de la libertad.
Sanz se opone a que la educación opere como un privilegio y a las discriminaciones que impiden que la mayoría de la población tenga derecho a ella.
*La utilidad social de la educación*
Sanz propone una educación útil para incrementar la prosperidad económica y por tanto trabaja ardorosamente para cambiar el supuesto que “…la decencia prohíba trabajar la tierra y ordene el desprecio de las artes mecánicas y útiles”.
Es por ello que piensa y siente el proceso educativo como la pieza impulsora y formadora de una ética del compromiso con la sociedad de su tiempo y de apego a la sabia realización de la justicia. El eje de esta ética es la superioridad de la ley como mandato de las normas sobre las decisiones personales.
Su crítica a la educación la extiende a los roles sociales que sostienen al poder colonial: “Generalmente se cree que basta con saber redactar memorias, decir misa, lucir cordones de Doctor… Pocos niños hay en Caracas que no se crean más nobles que todos los demás y no se precien de tener un abuelo Alférez, un tío Alcalde, un hermano monje o un sacerdote pariente…”
Para Sanz educar no es generar vanidades ni falsos sentimientos de superioridad, sino enseñar y aprender principios cívicos; regirse por reglas jurídicas estables y tener los conocimientos necesarios para realizar un Estado nacional independiente con un régimen político republicano, alternativo y democrático.
*La revolución de la minoría*
La evolución de las ideas de Sanz, estuvo integrada a un proceso de desplazamiento de conceptos y estereotipos dominantes por ideas que sirvieran al diseño de reformas ajustadas a las realidades
existentes de este lado del Atlántico y que incorporara los progresos de las ciencias y del pensamiento que arrolla en Europa lo viejo del Continente.
Internamente Sanz se integró a una reflexión común a los hombres de la independencia, civiles y militares, que contribuyeron a elaborar el pensamiento alternativo de nacionalidad que, aun inspirado en ideas que existían en pensadores de otras naciones, respondía al giro histórico que se produjo con el vacío de poder que ocasionó la invasión de Napoleón contra España y Fernando VII.
Si no fue una corriente de ideas originales, tampoco fue una imitación servil.
Una minoría de blancos criollos, que a su vez eran minoría en la sociedad, se encontró con la suficiente posesión de bienes y conocimientos para promover un debate similar al que en ese momento se producía en las élites de España.
En esa época. Miguel José Sanz fue un revolucionario que reflexionó con moderación y procedió con determinación.
Fue testigo y protagonista de un cambio de época, formado en dos trayectorias contrapuestas, una como funcionario colonial y otra como educador para forjar las bases jurídicas de un nuevo orden institucional.
En ese quiebre histórico, Sanz escogió vivir y luchar por los nuevos tiempos. Su cambio se produjo durante su prisión y destierro en Puerto Rico en 1809.
Su cautela producto de atender al análisis racional más que al peso de los prejuicios difundidos por la costumbre, no mermó su temperamento, no solo de hombre de la acción sino del hacer pronto.
Sanz sabía porque tenía cómo y con qué.
Poseía una cabeza llena de los ideales del patriotismo ilustrado, pero con pies bien plantados en su hacienda de Capaya, productora de cacao.
*Los dos anillos de la dependencia*
Sanz abogó por una educación accesible a todos dentro de una distribución de funciones que precisaba de una élite conductora de las instituciones y de una mayoría social que pudiera asumir las actividades económicas y productivas como propietarios o trabajadores.
En el territorio de Venezuela se superponían dos anillos de poder
que amputaban la autonomía, la justicia y la libertad: a las decisiones del Rey, había que agregar las subordinaciones Impuestas en materia judicial por dictámenes que procedían de la Real Audiencia de Santo Domingo; en lo religioso por las órdenes, inicialmente del Arzobispado de Santo Domingo y luego del de Bogotá hasta 1804 cuando el Papa estableció la Arquidiócesis Metropolitana de Caracas. Y en la vida local por quienes controlaban los cabildos.
En sus Ordenanzas para la ciudad de Caracas, presentadas al Ayuntamiento en octubre de1802, Sanz señala que sus habitantes “han vivido sepultados en la barbarie y en la rusticidad”.
La Capitanía General exhibía una geografía imponente y una devastadora ignorancia. Caracas tuvo que esperar 200 años para tener Universidad, mucho después del esplendor de las tres primeras del Continente, creadas en Santo Domingo. Ciudad de México y Lima.
Otra muesca de la desolación educativa fue la negativa de Carlos IV a la solicitud que hicieron Sanz y Espejo en 1790, a nombre del Colegio de Abogados, para instalar una imprenta en Caracas.
*La modernización de las élites*
La crítica de Sanz a la depresión educativa de la sociedad colonial es la base para sus propuestas de una educación que añada a la instrucción religiosa, el ejercicio de la razón frente al aprendizaje dogmático. Ya a nadie sirve una educación basada en sonidos vacíos o en la creencia dogmática en “...la gramática latina de Nebrija, en la filosofía aristotélica, en los institutos de Justiniano…”.
Al ímpetu renovador de Sanz le resulta un fardo que en la educación mayor se aprenda en Latín y no se aumente el espacio para el conocimiento de las Ciencias.
La pervivencia de las decadentes formas de conocimiento y los mecanismos autoritarios para verificarlos, condena a una separación entre el saber técnico del profesional y la complejidad de la realidad; una brecha fatal de errores “…a pesar de que hermosos cordones y gruesas borlas le pregonen doctor”.
En su discurso de inauguración de la Academia, inquiere a los asistentes: “¿Regirá con acierto los intereses exteriores e interiores de su nación quien ignora las producciones, giro y comercio de su país y sus relaciones con otros?”.
*Sanz es un bien de primera*
La vastedad de sus conocimientos impacta a Humboldt de una manera tan monumental que escribe: “Puede hacerse viaje a Tierra Firme para conocer y tratar al Licenciado Miguel José Sanz”.
Para Sanz la independencia se consolida con la educación, a la que mira como el triunfo del conocimiento sobre la ignorancia, de la idea sobre la pasión y de la libertad responsable sobre la indiferencia.
Los aportes de Miguel José Sanz, constituyen un esfuerzo por realizar el bien a través de un sistema educativo fecundo; adaptado a las condiciones sociales y naturales de la provincia de Venezuela y que pusiera en evidencia la necesidad de poner fin a la inutilidad de la retórica escolástica.
Para Sanz la finalidad de la educación es formar ciudadanos capaces de entender y practicar la justicia porque “…no hay paz, libertad ni seguridad sin justicia”.
En su opinión la República debía nacer de la benevolencia y del perdón, no de la venganza.
Miguel José Sanz murió en diciembre de 1814 como Consejero de Guerra del General José Félix Rivas derrotado en Urica
Su principal obra escrita se perdió, pero no su legado: Sanz abrió en el país uno de los portones de la educación como ruta hacia la prosperidad, la libertad, la felicidad y progreso humano.
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FUENTE: >>Simón García
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