Menu

Comparte en las redes
CUENTA REGRESIVA

viernes, diciembre 27, 2019

Alegraos, mansos, justos, inocentes, con el Señor

Hola, amigos.

Las lecturas de hoy tienen que ver con el apóstol Juan. El evangelio narra lo que ocurrió cuando Jesús resucitó. Estos días he estado dando esa interpretación sobre la venida de Jesús: es el “mensaje” (Palabra) que nos envió Dios, para comunicarnos dos cosas, básicamente: una, que está con nosotros, y que somos Sus Hijos (nada menos). La otra, es que podemos hacer milagros. En particular, podemos vencer la muerte. La muerte física en muchos sentidos, pues realmente nuestro espíritu no muere, según esa misma concepción. Pero hemos hablado de los aspectos sociales de ese mensaje: podemos vencer la escasez económica, la injusticia política, la escasez de poder político de los ciudadanos (normalmente desposeídos, más bien expropiados) de su poder por parte de agentes políticos ilegítimos.

Realmente buenas noticias, buenas nuevas, el evangelio. Durante la Navidad se habla con especial énfasis en estas cosas, pues se celebra el “cumpleaños” de la venida de Dios a nosotros. De su
nacimiento terrenal. Y de su venida a nuestros corazones, nuestras almas, nuestra conciencia. Mediante la fe, de la cual hemos hablado estos días, como la única capacidad que tenemos para trascender el mundo de la razón. Que hemos dicho que es un mundo minúsculo. “Negligible” (“despreciable”), como se diría en inglés, y como se diría en matemáticas, pues el mundo del razonamiento solo te puede llevar al infinito más bajo de los infinitos: al los números naturales (y el de los enteros y racionales, que tienen exactamente el mismo tamaño!).

Para poner la comparación en términos matemáticos, mientras los números racionales entre cero y uno tienen medida de probabilidad cero, o 0%, los irracionales tienen medida de probabilidad uno, o 100%. Los racionales son los que se pueden expresar como fracciones de los enteros, como ½, ¼, 3/2, etc. Los irracionales son como la raíz cuadrada de dos, el número “e”, el “pi”, o el 0,1325487634983…. (sin final para los números que están en la cola). Los números irracionales (que no se pueden expresar como una fracción de dos enteros) entre cero y uno son tantos, que son incontables. No se pueden indexar con los números naturales. Ni mucho menos.

Para que tengamos una idea de lo dicho, imaginemos que tenemos una máquina que nos puede dar un número aleatorio entre cero y uno. Supongamos que cualquiera puede ocurrir con igual probabilidad. Y los números abarcan los racionales, y los irracionales (tal máquina no existe, claro, pues no hay computadora que pueda “contener” a los números irracionales entre cero y uno: son demasiados). Lo que sabemos, entonces, es que si ponemos la máquina a funcionar, la probabilidad de que nos dé un número racional (por ejemplo ⅞, o cualquier número como este) es cero. Y eso a pesar de que el número de estos números entre cero y uno es infinito.

Mientras tanto, el número de los otros números, los irracionales, es tan extremadamente superior, tan requete-grande comparado con él, que la probabilidad de que en la generación de números aleatorios de la máquina nos de uno de ellos, es uno. 100%. Es una “sure thing”, como se diría en inglés: algo seguro. Con lo que podemos contar. Por cierto que la unión de los números racionales y los irracionales es el conjunto de los números “reales”: más seguro todavía, que obtendremos un número real con la operación de la máquina: por alguna razón (no irracional), puede salir un número aleatorio racional en ele procedimiento. Eso pasa: un evento puede tener muy poco probabilidad de ocurrencia. Pero puede ocurrir, y no debemos olvidar eso, pues puede pasar, de nuevo. 

Porqué estoy hablando de estas cosas hoy? Porque los humanos nos hemos acostumbrados a “vivir” en el mundo de lo racional. Cuando lo racional abarca prácticamente nada de la realidad. Es “negligible”, comparado con el mundo que abarca la fe. El teorema matemático que nos dio conciencia de la distancia entre estos abismos (o simas)  y estas cimas es del de Gödel.

Es cierto que entre los objetos de fe puede haber muchos “demonios” cosas malas, digamos. Sin embargo, lo que se nos dice en estos días, con la buena nueva, es que tenemos capacidad de “ver”, mediante la fe, las cosas buenas. A Dios mismo. Vernos a nosotros mismos, en otras palabras. Descubrirnos.

En un “camino”, de aprendizaje (Jesús nos dijo que Él era el Camino, la Verdad, y la Vida, y que no se podía llegar al Padre, sino por Él). Que consiste, realmente, en ir desvaneciendo las oscuridades de nuestros “ojos de la fe”: nuestra conciencia, nuestra alma, nuestro espíritu. Que por cierto no solo son ojos. Sino también boca, brazos, piernas, corazón. Como ejemplo de estos días, hablamos de que cuando Dios decía una Palabra, no daba señales, sino que obraba: actuaba. Cosas reales. Jesús no es una idea. Es una realidad. Y es una Palabra de Dios. Por eso en ese mundo, podemos hacer milagros. Es el mundo de los ojos, de la fe. Pero también de las manos, que hacen cosas. Que no siempre estén en el mundo de la razón, sino que lo trascienden.

El mundo de la fe, como vamos viendo, es el mundo de la “verdadera” realidad. El que abarca muchas, pero muchísimas más cosas, que el que puede abarcar el de la razón. El del discurso racional. Aunque ese mundo de la realidad, lo real, no tiene porqué contradecir al de la razón, si es coherente con algunos principios, ciertos axiomas “aceptables”. Así como los números reales abarcan los irracionales y los racionales, la verdadera realidad abarca lo que ve la fe nada más, y lo que ve la razón también: Dios no contradice las leyes naturales, digamos, ni las de la lógica.

Siguiendo con el relato, nos dice el mismo Juan, a quien recordamos hoy, que “El primer día de la semana, María Magdalena echó a correr y fue donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo, a quien tanto quería Jesús, y les dijo: «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto.»”

Cuando se dieron cuenta de que el cuerpo de Jesús no estaba, Juan dice que “vio y creyó”. Se le abrieron los ojos de la fe. Cuando los ojos del cuerpo le daban cero, cero por ciento de visibilidad, los de la fe le dieron uno, cien por ciento de certeza. Vio la verdadera realidad con claridad meridiana.

Y notemos algo, para cerrar. Juan se define a sí mismo como el discípulo a quien Jesús tanto amaba, o quería. Pero esto contrasta con el hecho de que Dios nos quiere a todos por igual, pues somos sus Hijos toditos nosotros. Cómo hay que interpretar esto entonces? Al revés: era Juan el que quería mucho a Jesús. Y él proyectaba eso en Jesús, como sabemos en psicología. Se generaba una empatía especial entre Jesús y él, pues Juan lo amaba de manera especial. Y sabemos por los temas místicos que hemos tratado de introducir, que ese tipo de amor no es amor carnal, racional, digamos. De cálculo, de interés. Es un amor en ese campo de lo que va más allá de lo racional: es en el mundo de lo real. El mismo mundo de la fe, el de los ojos. Pero en este caso también el del corazón. El del amor.

Con esto deduzco que el apóstol Juan, sin que Jesús hubiera muerto en la cruz, ya estaba con él en el mundo celestial, a través de su corazón.

Pasa con algunas personas que conocemos en la vida: son especiales en varios aspectos de la verdadera realidad. Son “naturales”, incluso sin haber sido educados de manera especial. En particular, en materia del amor.  Les ha pasado a ustedes, que han conocido a alguien así? (Muchos de ellos son muy inocentes, en el sentido de crédulos, de mansos, justos, sin malicia, como el día que celebramos hoy).

Aquí van las lecturas:

Primera carta del apóstol san Juan (1,1-4)

Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros propios ojos, lo que contemplamos y palparon nuestras manos: la Palabra de la vida (pues la vida se hizo visible), nosotros la hemos visto, os damos testimonio y os anunciamos la vida eterna que estaba con el Padre y se nos manifestó. Eso que hemos visto y oído os lo anunciamos, para que estéis unidos con nosotros en esa unión que tenemos con el Padre y con su Hijo Jesucristo. Os escribimos esto, para que nuestra alegría sea completa.


Salmo 96,1-2.5-6.11-12

Alegraos, justos, con el Señor

El Señor reina, la tierra goza,
se alegran las islas innumerables.
Tiniebla y nube lo rodean,
justicia y derecho sostienen su trono.

Los montes se derriten como cera
ante el dueño de toda la tierra;
los cielos pregonan su justicia,
y todos los pueblos contemplan su gloria.

Amanece la luz para el justo,
y la alegría para los rectos de corazón.
Alegraos, justos, con el Señor,
celebrad su santo nombre.

Juan (20,2-8)

El primer día de la semana, María Magdalena echó a correr y fue donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo, a quien tanto quería Jesús, y les dijo: «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto.»
Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; y, asomándose, vio las vendas en el suelo; pero no entró. Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio las vendas en el suelo y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no por el suelo con las vendas, sino enrollado en un sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó.


🇻🇪Cordialmente y pendientes, que lo bueno ya llegó🎄🌱

Felipe Pérez Martí

TAG: #27Dic #27D
#NoticiaSigatokaVenezuela #SigatokaNegra #Diaspora #Noticias #Venezuela #VenezolanosEnElExtranjero #Libertad #libertad #LosBuenosSomosMas #Informacion #NavidadSinPresosPoliticos #FamiliaUnidaEnNavidad

NUESTRAS REDES:
Twitter: @SigatokaNegra
Instagram: @sigatokanegra
Canal Telegram: @NoticiaSigatokaVenezuela
Tumblr: sigatokanegra

Comparte en las redes

Responsabilidad

Noticias Sigatoka Venezuela, no se hace responsable de las opiniones expresadas en los artículos, ni de los comentarios emitidos por nuestros lectores, quedando entendido que son de entera responsabilidad de sus autores.