Cuando una persona decide defender los derechos humanos asume una conducta de por vida, pues estos son ínsitos a esa condición. Quien lo hace sabe que le tocará enfrentar siempre al poder pues es –generalmente- este el que abusa del mismo en perjuicio de la persona.
Partiendo de esa premisa, quien se considere como tal defensor, debe serlo siempre, no abandonarlo cuando quienes gobiernan son sus amigos o copartidarios pues, en tal caso cuando él enfrentaba los eventuales desmanes de sus adversarios, no defendía los ddhh sino -simple y llanamente- a unos compañeros de posición política.
Durante la democracia venezolana, algunos de quienes hoy comparten las mieles del poder y permanecen en sepulcral silencio respecto de ejecuciones extrajudiciales, detenciones sin base y
desapariciones que en nuestra Venezuela han ocurrido en estos veinte años, fueron críticos acérrimos de prácticas similares que en aquella se ejecutaron, con la pequeña diferencia de que en la misma, por lo general, los responsables eran ubicados y juzgados. Ahora eso no ocurre.
Los que ayer se afirmaban defensores hoy nada dijeron cuando -a pesar de rendirse- mataron a mano armada Oscar Pérez y su grupo o cuando en cárceles del gobierno se tortura hasta morir a presos detenidos por razones políticas; cuando se detiene a Nicmer Evans o a Juan Requesens por haber reflexionado respecto del actuar chavista y finalmente cuando nada se sabe de Alcedo Mora, desaparecido desde el 2015, para solo citar esos ejemplos.
Esas personas que ayer eran muy activos en defensa de sus copartidarios y hoy hacen mutis por el foro por lo que concierne a quienes adversan a la gestión de turno, no son defensores de nada, Son actores políticos que utilizaron los ddhh para enfrentar al gobierno que adversaban, no por la violación de aquéllos, sino por la circunstancia de adversarlo. Con su actuar de hoy quedan entonces en evidencia, para su vergüenza.
El silencio que hoy esos personajes expresan les delata grandemente.
La Venezuela revolucionaria queda perfectamente retratada cuando se evalúa el comportamiento de quien –afirmándose defensor de los ddhh- ocupa por decisión de la constituyente, emblemática posición constitucional que con el tema tienen que ver, sin que en su accionar se evidencie en modo alguno defensa de aquéllos.
Los hombres somos responsables por nuestros actos por acción y por omisión, pero la de quienes escudados bajo el paraguas de los ddhh, pusieron en evidencia las debilidades de la democracia y nada dicen de lo que ahora ocurre, es mucho mayor que la de la gente del común que a eso nunca se dedicó.
Gonzalo Oliveros Navarro
@barraplural
FUENTE: R/S/W
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