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viernes, mayo 14, 2021

Desde mi observación por Simón García

La razón política no se da como producto de un discurso o de una argumentación. Su  validación reside en hechos y resultados. 

Hay que evaluar sin prejuicios por qué la oposición en su conjunto pierde apoyo social y sus líderes principales generan  rechazos similares a los de Maduro.

Una estrategia que debilita a quien la ejecuta, que aisla a la vanguardia y la separa  de la gente, que disminuye su capacidad de atracción y movilización, que fracasa en los objetivos de cambio que se propone no es una estrategia útil.

Ese es un primer punto que concluye claramente en que la estrategia de derrocamiento ha sido política y militarmente derrotada por el régimen.

Un segundo aspecto es la definición del poder realmente existente según su naturaleza. Se  afirma sin fundamentación consistente que estamos frente a una dictadura narco tiránica. Pero el consenso politológico dice otra cosa.

La caracterización del régimen, de su forma Estado y del contenido de sus actos de poder hay que hacerla con precisión porque de ella depende la selección de las formas de lucha.

Este autoritarismo hegemónico, más complejo que una dictadura convencional y con más tecnología de control que un poder militar, tiene como  objetivo intrínseco imponerse a perpetuidad. Su combate, su debilitamiento y su sustitución requiere algo más y algo diferente al uso directo de la violencia para intentar ganarle militarmente al régimen.

Pero además esta vía, contrapuesta a la pacífica, es cacareada por muchos como una bravuconada sin una mínima consecuencia porque no se tiene el con qué. 

La visión inmediatista sobre el cambio se sintetizó en el mantra de los tres pasos y todos los intentos por traducirla a la realidad solo aumentaron las frustraciones y sirvieron a la autocracia para "justificar" purgas y represiones.

Es evidente que si tenemos una dictadura hay que recuperar la democracia. Ahora bien, la democracia no es una cosa sino una relación, un concepto que alude a calidad más que a cantidad, a modo de vivir y a disfrute tanto social como personal de sus valores, reglas y procedimientos.

La lucha por la vigencia de la democracia nos compromete cotidianamente a todos. Es un bien que hay que construir todos los días y no esperar a que se vaya Maduro para comenzar a ser demócratas como lo predican quienes sostienen que la existencia de la dictadura anula la lucha democrática.

No se está en la acera de enfrente porque se mantenga una opinión distinta en una situación en la cual opositores que deben admitirse como partes de un todo plural sostienen estrategias contrapuestas. Hay una metodología autoritaria y una democrática para procesar este tipo de divergencias. La autoritaria expulsa del todo a quienes disienten  o peor, condena a la minoría  que se atreve a llevar a la práctica un camino que después la mayoría transitará con retardo. Escojamos el respeto al otro y la exploración de toda la acción conjunta que sea posible en defensa de la gente. Siempre hay que ofrecer terrenos para coincidir y dejar en su justo lugar los puntos de discrepancia.

Es también evidente que del 90% de la población que rechaza al gobierno, solo una parte pequeña se identifica con la oposición. La participación electoral no supone una victoria inmediata por nuestro largo alejamiento de la gente y porque el régimen no renunciará voluntariamente a su ventajismo, a menos que surjan en su seno impulsos reformadores y las presiones e incentivos internacionales e internos  lo obliguen a negociar.

El proceso electoral no es una panacea, pero nos permite avanzar en la realización de objetivos no electorales de organización, de creación de conciencia, de incremento de las capacidades de movilización, de acumulación de fuerzas y de recuperación de la capacidad de presión interna para sumarla a la presión Internacional.

No se puede despreciar y renunciar a la presencia de dirigentes regionales y locales en instancias de poder desde las cuales ayudar y servir a la gente.

Pero además las elecciones deben ser vistas como  la expresión ciudadana de un conflicto social y político del cual no podemos ausentarnos dejando todo ese campo de acción al régimen.
La experiencia contra los totalitarismos comunistas e incluso contra dictaduras indica que los demócratas deben luchar desde adentro del sistema no democrático, para alterar positivamente el balance a favor de las garantías, derechos,  reivindicaciones democráticas y de mejoramiento de las  condiciones de vida de la mayoría

 Esta experiencia es una materia prima para la formación de conciencia de cambio,  más importante  aún que la batalla de opinión porque se da en espacios sociales reales que viven una  situación de disputa con el régimen y no pueden cederse a los autócratas por las condiciones adversas (trampas, protectores, etc) como no se deja de hacer una huelga porque la van a declarar ilegal o una manifestación porque va a ser reprimida por la policía. Se trata siempre de obstáculos a los que se les  debe buscar una vuelta sin usarlos como pretextos para renunciar a un palmo de lucha.

La integración del CNE tiene tres  notas importantes: la primera es que es promovida por líderes de la oposición msyoritaria. 

La segunda es la condición y trayectoria de los rectores principales y suplentes escogidos para luchar desde adentro por mejores condiciones de transparencia y  abrirle camino a una elección presidencial, que en las condiciones actuales requiere negociaciones como la llevada a cabo por Guaidó para conformar con el gobierno la Mesa Covax. La tercera es que todos los rectores fueron postulados desde la sociedad civil y comprometidos con la oposición no tienen militancia política.
 Esto los habilita para promover el encuentro entre fracciones opositoras que están exigidas de generar acciones unitarias y reglas positivas de relación en medio de sus diferencias. 

La comunidad internacional ha adoptado una expectativa positiva frente a esta primera iniciativa  para hacer viable el rescate del derecho al voto.  Hay que respaldar y actuar para conseguir otras condiciones y para imponer un restablecimiento parcial y progresivo de la institucionalización del Estado y la reconstrucción del país que todos queremos.

Todos somos venezolanos y estamos obligados a convivir en la casa común que nos alberga. 
Es un compromiso por encima de intereses parciales y volcado a dejar un país mejor que el que recibimos, claramente distinto a esta calamidad nacional que nos afecta a todos y bloquea nuestro futuro como país.

Es hora de demostrarlo y comenzar a actuar juntos. Es hora de entendernos.

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