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viernes, septiembre 22, 2023

TRES EXTRANJEROS MARACUHOS GENUINOS.

Américo Gollo Chávez.

Para evitarse interrogantes sobre la nacionalidad, invento reciente si a la historia vamos, dispuso Dios que sus criaturas moradores serían del Paraíso y cargó de flores, miel, leche, pan, luz, la mejor agua a aquellas tierras pero, sabio como Él solo por muy antiguo Ser antes del tiempo, de lugares, espacios, dio una cierta ubicuidad a aquel sitio. Por alguna parte y en ninguna exactamente queda. Dio a Adán la imbecilidad como sabiduría y la idiotez como su más alta virtud y como transparencia de su saber ilímite dotó a Eva de la agudeza para la formulación de las preguntas, la duda por la cosa ante el acoso. Aquello se perdió por cosas de Eva y sólo queda, para algunos descendientes de Adán, la preocupación por volver a alguna parte y a ninguna, pero encontrar allí el Paraíso Perdido. Fue aquel lugar la tierra de hacer nada, todo estaba hecho y lo que faltaba por hacer era y genial, lo entendió Eva, deshacer y así se hizo. Deshizo aquello, destruyó la felicidad que tenía como única norma trascendente, la libertad prisionera.

Escépticos algunos y hasta herejes otros, negaron la belleza del espacio original y se dedicaron a buscar a ese extraño ser, pitecántropos, o algo así que sería el anterior y de muy lejos venidos recorriendo los caminos sin huellas, las cuales buscan para ver donde cayó de soledad o se murió de miedo y empezaron a ubicar al hombre, así dijeron y a buscar su identidad por el espacio de donde se supone surgió y a andar se echó por todo el universo. Vano empeño, el hombre nació como las flores y las otras vidas en todas partes y donde fue creciendo fue sembrando o trashumante, según el tamaño de su pereza y las dificultades agresivas se fue haciendo. Para preservar sus siembras marcaron los límites y ya ellos no importaban, las siembras sí y cuidarlas debían, su propiedad era. Los otros fijaban los linderos según señas y asaltaban a otros que transitar quisieran porque entendían que, a pesar de sus migraciones perennes, debían asegurase cuidadosos sus huellas.

Pero ese ir y venir de creyentes y escépticos, de conversos y herejes, que permanecerá por todos los siglos que faltan por venir y de sus viajes, nació Maracaibo. Creada por aventureros buscadores de oro, transeúntes del sueño. Era posible que realidad fuera que allí fue el Primer Paraíso o la entrada al infierno, según agua fresca, dulce buena, frutas, indias, indios, encontraran o según los agobiara el calor que allí no espabilaba. El infierno y el paraíso siempre estuvieron tan cerca que a veces, lo se por experiencia, uno está convencido que viven superpuestos o se entrecruzan como en los grandes juegos de los sexos. Un partero amigo me dijo, son siameses. Y allí se fue creciendo de ese modo, de entradas y salidas, de ires y venires, de vueltas y revueltas. Por límites el agua que la acerca al mundo y la tierra completa que se extendía a lo lejos buscando interrogantes por respuestas. Y en esos espacios donde todo existe, pero nada sobra y puede caber todo cuanto sin hacer falta o necesario sea, llegaron como si Belén fuese, tres grandes de otras tierras. De allende el mar vinieron, de la otra orilla, clama el poeta su distancia abierta. Clarita Tetzlaff, vino a tapar los huecos que mal abrieron sus paisanos, los primeros venidos. Trajo sueños, en las manos un piano y partituras de su tierra. Alemania. No los trajo de avío para su largo viaje, ni de alimento para tutelar su nostalgia, sino como presente. Eran su mirra, su incienso y su oro, eran! Trajo su lengua que quiso compartir y pudiera la voz de sus poetas sentirse como en casa, no pudo hablar de vos, pero hablaba con voz de ojos, manos, y alma. Con ella su marido, el D. Tetzlaff, de Diesel heredero, pero también de Mozart, Bach, Beethoven, y otros tantos que de tantos a ninguno recuerdo. Debemos a éste haber sido decisivo su aporte en la Escuela de Ingeniería Mecánica de LUZ, y consiguió con ello su carta de nacionalidad maracucha. Por ahí anda sembrado en la memoria del saber, del conocimiento, la verdad de la ciencia, la utilidad la técnica. En esta obscuridad que LUZ es, anda suelto su nombre y brillará mañana como que la desidia no acalla la belleza.

De España llegó ella, Polixene. Ella era maracucha entes de venir, no se cómo ni por qué ni me interesa, pero incluso era maracucha antes de existir, porque nadie que así se llame y se apellide puede ser de otra parte así allá lejos nacido hubiere. Polixene Trabudua era su identidad antes de asumirse Mandaluniz, que también por esas razones de haberse mal escrito la historia se ha desconocido que estos nombres eran, son y serán maracuchos, sin importar si antes alguno de otra parte, incluida España, Grecia los llevaran y sigamos creyendo que primeros eran. Pudo ser que existieran, pero su esencia maracucha ya era!. La dama, la maestra, la profesora, la mamá, la amiga, la artista Mandaluniz ejerció esas funciones con belleza, sobriedad, combate, paz, guerra sin inmutarse, preocupada tal vez por no lograr dar más, que imposible era, pero ese fue su empeño. Guiando a niños y a jóvenes la vi, maestra, por los museos del Prado, el Louvre, por las calles de Atenas, señalando trayectos por la Roma, salir de ellá, pasar las Galias, detenerse en la Hispania, y en todas partes en todas sin dejar una fuera, hizo todo cuanto hizo, para que los maracuchos tuvieran por su espacio menor el mundo y el mundo en Maracaibo su casa fuera. En ratos de descanso, para calmar la sed y sonreírle al sol, mil y mil mas poemas, diálogos con Hernández, Lorca, Neruda y otros tantos de ayer y los venidos luego. Y cuando la creíamos cansada, agotado el tiempo, hablaba de la libertad como una moza de experiencias duras, alma para el perdón, la virtud de la crítica para poder disfrutar la tolerancia.
 
El otro, radiante y cascarrabias cuando del honor, la palabra y belleza se trataba. Ni una transigencia a lo mediocre. Al principio fue la palabra, pero para él la palabra era el principio mismo. La belleza era la cualidad de lo sublime. Sus esfuerzos no alcanzaron un límite cuando de dar a otros su sabiduría se trataba. Maestro de Latín, de griego, castellano, literatura, filosofía…músico, amigo de Don Rodrigo fue, el orfeón vivía en él como es la dulzura propia al arroyo en armonía disuelta. La escuela, el seminario, la universidad, el periódico, los libros, todas, todos, fueron su espacio y su voz fueron, y a cada una y en cada una dejó semillas indoblegables y sus caminos son de imborrables huellas a la justa memoria. A nosotros de Mérida llegó, donde grabó en el canto la dulzura de su exigente alma. Pocas palabras tengo para saludar la inmensidad de su memoria, la cualidad de su magisterio, su exagerada tolerancia ante mis confusiones y confesiones. Con pasión y razón defendió sus ideas, sus principios, sustentados como si se hubiesen construido sobre rocas o se llamase Pedro y piedra fuera. ¿Qué lo trajo a nosotros?. Me atrevo a responderlo, el amor a sus hijos y el amor a las posibilidades de esta tierra, nos dio entonces por eso lo mejor de sí, su vida, su obra, su magisterio, su sabiduría, su familia. Con el mayor respeto quiero escribir su nombre, Luis Arconada Merino

Tres inmensos de aquí allá nacidos, hacedores, creadores, maestros. No se a quien corresponde la feliz expresión de que el hombre es de donde produce y donde crea. Tal vez sea poco o mucho la gravedad de tal sentencia, para mí el ser es del lugar exacto donde alcanza sus sueños y reparte sus conquistas en la aurora para que todos disfrutemos su grandeza, su bondad, su belleza.

Aquí se hicieron sus mejores preguntas y formularon sus mejores respuestas. Cuánto a ellos debemos. Cuánto tanto!. Una palabra más para no ahogarme, Agustín Millares Carlo, también allá muy lejos y cerquita nacido, nos devolvió antes de irse de manera completa a Baralt. Sin él sería anónimo o maniquí de un verso de autor desconocido. Y sin estos aquí mal traducidos, incompleta en grado sumo su historia, su valor, su trascendencia y sin los otros maracuchos aquí renacidos, y sin el mundo que siempre es bienvenido Maracaibo sería un rancho de la aldea. Deja tu opinión en la caja de comentarios

FUENTE: >>Américo Gollo Chávez

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