Uno de los momentos más escandalosos de la segunda guerra mundial, fue el ataque de Japón a Estados Unidos el 7 de diciembre de 1941 y lo fue, especialmente, porque formalmente, para ese momento, Japón no había declarado la guerra a ese país. Lo hizo sí, minutos después de producirse aquel y ello -seguramente entre otros motivos- originó la frase "el día de la infamia" con la cual se recuerda el referido suceso.
En los actuales términos de la legislación, en el conflicto armado internacional -denominacion jurídica actual de lo que antes llamábamos guerra- que se está desarrollando entre Irán e Israel, ha intervenido un nuevo actor, Estados Unidos. Lo hizo, sorprendentemente sin que su congreso, en ejercicio de las competencias que los padres fundadores establecieron en la Constitución, se hubiere pronunciado, lo que seguramente alguna reacción política generará.
Al momento que escribo Irán solo ha afirmado que reacionará en cualquier momento a la acción norteamericana, lo cual a nadie debe extrañar pero lo cierto es que, el accionar de ambas partes en razón de lo ocurrido, obliga a los restantes factores de la comunidad internacional a tomar posiciones decantándose bien por apoyar a uno u otro o por mantenerse neutrales.
Al asumir la primera, obviamente que quien lo hace, corre los riesgos y consecuencias, presentes y futuros de la parte que respalda. De colocarse en la segunda, obviamente que ello no ocurrirá. Esos riesgos y consecuencias, nadie lo dude, podrán hacerse extensivos a los nacionales del país que se encuentren en territorio ahora declarado enemigo, tal como ocurrió con los japoneses en Estados Unidos durante la segunda guerra mundial.
Cada guerra tiene una justificación. En algunos casos, como la de Rusia y Ucrania, la decision de la primera de recuperar espacios que estima le pertenecen y que, ciertamente, de ser el caso, no se limitaran a ese país. En otros, como el que se ha hecho efectivo entre Israel e Irán, la explicación es la de evitar que este último acceda a bombas nucleares.
El mundo está convulso, muy convulso. Ello requiere de cada uno de quienes ocupan posiciones de gobierno en los países que integran la comunidad internacional, cabeza fría para adoptar decisiones, las que uno como observador aspira, sean la consecuencia del interés nacional de cada país y no producto de posiciones coyunturales.
El mundo está en guerra. Dios nos proteja.
Gonzalo Oliveros Navarro
@barraplural
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FUENTE: >>Gonzalo Oliveros Navarro
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