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Luis Inácio Lula Da Silva, que es un expresidiario con muy buena suerte y que ha dedicado toda su vida a todo lo chueco que pueda producir platica en aquella parte de América, esta vez sí que cometió un error. ¡Fanfarrón envalentonado, le echó una tronco de buena broma a Brasil! Estúpido bocón, no se aguantó en llamar a Donald Trump como “emperador no deseado”.
En su condición de anfitrión de los BRICS en Río de Janeiro, le faltó tiempo para echar sapos y culebras en contra de Norteamérica, del uso de los dólares que tanto ama tener en sus cuentas personales ocultas y muy secretas, y en jalarle mecate a los cuatro gatos enfurruñados que ahí participaron, que se mueren de la envidia al tratar de compararse con la potencia militar y el mercado más grande de todos los tiempos en el planeta Tierra, desde antes de la prehistoria humana.
Ya sabemos que Lula, que se salvó de prisión perpetua de chiripa y a punta de magistrados enchufados, es otro rufián con mucha “suerte”. Mientras que otro de sus principalísimos socios, Norberto Odebrecht, no contó con la misma fortuna. Y el otro, Hugo Chávez, terminó sus días en la Cuba echada a perder de sus sueños; mientras que ahora Lula baila pegao con la presidenta de México, a ver qué bicho es que sale de la “unión” de ellos dos.
Igual saca tiempo y le pide permiso al presiente Miley para ir a visitar a su expresidenta favorita, Cristina Fernández de Kirchner, quien está presa en su casa por los mismos delitos de los cuales él se salvó por un pelo en Brasil. Lo que siempre decimos: la amistad entre hampones se fortalece en sus vínculos por los delitos.
Porque Lula nunca está solo. ¡Siempre tiene un maleante que le hace compañía!
Brasil no es ni mejor ni peor que cualquier otro país latinoamericano controlado por grupos de mafiosos. Allá quienes manipulan el poder y las instituciones civiles y militares para defender y preservar rabiosamente sus privilegios, también hacen con el estado y con el pueblo brasileño lo que les da la gana.
La gran diferencia es que en Brasil aman los carnavales y todo niño o niña llega al mundo bailando samba. Pero es que se “equivocan”. Le dicen de todo al presidente Trump, despotrican de todo lo que América significa. De la boca para afuera pretenden hacer de Norteamérica la Cueva de Ali Baba del mundo moderno.
Pero eso sí: buscan llenar al mercado americano con el rico café brasileño que ellos producen, por ejemplo, porque tanto ellos como su café son sabrosos. Entonces el presidente Trump le manda una carta personalísima al presidente Lula. Y le dice en ella que su país cojea, y mucho, en aquello de la transparencia democrática.
En el lavado de dinero. En las leyes que establecen para castigar y desplumar con fantásticas multas a empresas norteamericanas que operan en el Brasil.
Que todo indica, Lula no parece ser amigo de América, ni tampoco se parece mucho al tipo de gobernante que debería existir en un continente que aspira a ser cada vez más transparente con la gente y más democrático con sus naciones.
Y le monta un 50% a todo producto o bien que la República Federativa del Brasil pretenda exportar a los Estados Unidos de América. ¡Simple! ¡Facilito!
Y sin susto alguno. Les recuerdo que el segundo producto en volumen, en cantidades que se venden y se compran en todo el planeta Tierra, después del petróleo y del gas, es el CAFÉ. De manera que, realmente, nadie, pero ningún país productor de café tiene “agarrada la taza por la oreja”. Digo: ¡así o más clarito!
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