Es difícil dejar de acudir al lugar común para sintetizar la vida de tan extraordinario personaje.
Más difícil difícil aún resulta el intento de abarcar en pocas palabras la
trascendencia de aquel hombre a un tiempo vehemente y racional; exaltado y reflexivo; anticipador de futuros y atrapado en sus presentes. Un hombre que se permitía instantes de altanería visionaria con la firme serenidad para manejar el largo plazo, siempre volcado a la acción.
Podría decirse que fue un loco apasionadamente obsesionado por la idea de la libertad.
*El amanecer de un pais*
Ese presagio, heraldo de la emancipación de un continente que aún no había imaginado la necesidad de su libertad, nace en Caracas en 1750.
En las cuatro décadas posteriores viene al mundo un importante contingente de actores de la independencia de Venezuela. Entre ellos, Miguel José Sanz, 1754; Francisco Espejo, 1758; el español Campo Elías, 1759; Juan Germán Roscio, 1763; Fernando Peñalver, 1765; Lino de Clemente, 1767; Simón Rodríguez, 1771; Cristóbal Mendoza y Francisco Javier Ustáriz en 1772; el curazoleño, Manuel Piar y Felipe Fermín Paúl, en 1774; Juan Bautista Arismendi y José Félix Ribas en 1775; José Vicente Unda, 1777; Jacinto Lara, 1778; Miguel Peña, 1780 Bartolomé Salón, Juan José Landaeta, Andrés Bello y el sacerdote chileno Madariaga en 1781; José Francisco Bermúdez, José Félix Blanco y en Curazao Luis Brión, 1782; Simón Bolívar, 1783; José María Vargas, 1786; Santiago Mariño y Rafael Urdaneta en 1788; Carlos Soublette, 1789; José Antonio Páez,1790.Y fuera del rango temporal escogido, Antonio José de Sucre en1795.
En esta incompleta lista de quienes van a encarnar la idea de conformar una nación independiente, se combinan líderes civiles y militares, aunque la línea de distinción entre ambos componentes no fue ni podía ser rígida.
Progresivamente se producen cruces, desacuerdos y confrontaciones entre la toga y la espada, las que pudieron mantenerse unidas, pese a marcadas diferencias, por la preminencia de un objetivo que les interesaba y convenía a todos.
Pero, el predominio de la razón civil sobre la militar se alteró a favor de esta última a medida que la guerra se hacía tan larga y cruenta.
En contraste, la guerra en España contra la invasión francesa se resolvió en dos años.
Las trece colonias norteamericanas alcanzan un objetivo similar, la emancipación del poder imperial inglés, en dos años y sin proclamar a sus mandos militares como dictadores.
¿Será esta propensión al uso de la fuerza y la violencia una partícula genética de nuestra historia?
*Antes que existiera Venezuela*
Nuestro personaje comienza su formación a los doce años al ingresar a la clase de menores del Colegio Seminario Santa Rosa de Lima, cercano a su hogar en Padre Sierra. Estudia latín, gramática de Nebrija y religión.
En 1767 inicia estudios mayores, formalmente universitarios, de Arte que comprende materias como Matemática, Física y Geografía.
En 1769 estalla un escándalo que es una humillación a su familia. Los oficiales del regimiento de Blancos se niegan a que su padre forme parte de ese cuerpo.
El acto de segregación lo encabezan dos prominentes mantuanos y lo apoya el Cabildo de Caracas cuyo Presidente es hermano de uno de los promotores de la discriminación.
Finalmente, después de un juicio interpuesto por el afectado, se le da la razón al Capitán Sebastián De Miranda mediante Real cédula de Carlos III de 12 de septiembre de 1770.
El Rey declara su pureza de sangre y ordena que le restituyan todos sus derechos. Previo a ello el Capitán había cursado su renuncia a formar parte activa del batallón de blancos. Un final injusto que el poder mantuano presentó como solución salomónica.
Ratificada, su ya probada condición de hijo de blancos,puesto que sus padres contrajeron matrimonio en Caracas por la Iglesia católica, desea respirar otros aires.
*La universalización de un líder*
En 1771 decide instalarse en la capital del imperio español. No se imagina a si mismo actuando desde las orillas marginales del poder o excluyéndose de él.
A partir de entonces emprende una ruta de universalización que lo hace participante en grandes acontecimientos históricos y amigo de los actores más ilustres y relevantes de su tiempo.
En 1785, a sus treinta y cinco años, el Morning Chronicle de Londres retrata a Francisco de Miranda así: “…un hombre de visión sublime y penetrante comprensión; experto en idiomas antiguos y modernos, muy versado en libros y conocedor del mundo. Ha dedicado muchos años al estudio de la política…”.
Estas experiencias y conocimientos son las bases que le permiten a Miranda ser el primero en concebir la idea de la independencia de América como una estrategia continental y unitaria en correspondencia con la diversidad forjada por la colonización que España impuso con la civilización, el idioma, la religión y la monarquía sobre el extenso territorio bajo su dominio.
Para designar ese mundo, desde el Mississippi a Cabo de hornos, es también Miranda quie crea el término Colombia en 1788.
Al corregir el nombre del Nuevo Mundo insiste que todos sus pueblos deben existir en una nación.
Miranda reflexiona y elabora el tejido jurídico que debe soportar la edificación de hispano américa como país. Aborrece el bochinche, la montonera y la improvisación.
En sus estudios comparados de los sistemas de gobierno en los inicios Estados Unidos, en las fases que convulsionan a Francia, en la monarquía parlamentaria de Inglaterra, experiencia de ciudades Estados como Hamburgo o las oligarquías italianas en Italia Miranda desarrolla su esquema cívico.
Uno de sus aportes es la redacción de tres propuestas de Constitución, la última de ellas para regir el funcionamiento de la República que aspira sea el mayor bien para Venezuela.
*La diosa de la libertad*
En 1792, escribe Miranda desde Paris al Conde Woronsov, consejero en la Corte imperial de Rusia: “Que yo me haya unido a los defensores de la libertad no debe asombrarle, ya que Ud. sabe que es mi divinidad favorita..”
La dedicación a esa causa es tan absoluta que lo lleva a confesar que: “El amor a la libertad por la que yo he hecho en otras partes, tantos y tantos sacrificios, me hizo renunciar a vivir en mi país natal, quizá el más oprimido de todos los de la tierra”.
Pero su amor no es consagración a una ilusión, devaneo romántico o una promesa por fe.
Su reivindicación del derecho de los pueblos a la libertad se expresa en un objetivo concreto: expandir los beneficios de ella a todo el continente Colombo Americano.
Tiene en mente un proyecto global que concibe en 1784 en Nueva York.
Un proyecto que motivará todos sus viajes y ocupará, sin descanso, el centro de sus pensamientos, conversaciones y acciones.
Es una visión que Miranda articula a un plan con cuatro presupuestos:
Uno, el ejercicio de los derechos individuales es el indicador de realización de la libertad de una sociedad.
Dos, la autonomía personal no puede existir auténticamente fuera de la independencia de las naciones.
Tres, la revolución no es un fin, sino un medio para lograr un régimen republicano, ajeno a opresiones de cualquier clase.
Cuarto y último, hay que tener voluntad constante y capacidad suficiente para llevarla a cabo.
Reunir energía para convertir todo revés o demora en un pasadizo para ganar y crear condiciones favorables de lucha
*¿Un espía en La Habana?*
Miranda se convirtió en un oficial muy útil y eficaz para el General Juan Manuel Cajigal el cual le tramita el ascenso a Teniente Coronel y comienza a confiarle tareas delicadas.
Una de ellas fue negociar en Jamaica, en 1781, un canje de prisioneros ingleses por españoles.
El propósito que le asigna públicamente, encubre otro que es secreto y sobre el cual existen todavía versiones diferentes.
En un Memorial de certificación de méritos que redacta el General Cajigal para solicitar el ascenso a Coronel de Miranda, el 8 de enero de 1782, hay una frase donde se resalta el celo con el que cumplió la misión pública y se añade "...cómo igualmente en otras graves e importantes comisiones del Real servicio que al mismo tiempo se le encomendaron".
La alusión sugiere
que en Jamaica Miranda hizo algo más que tomar té con los ingleses.
En esa misión oficial, Miranda vence los recelos británicos y logra un acuerdo de canje de 850 soldados y marineros españoles; compra unas embarcaciones y adquiere materiales navales. Así mismo, establece un arreglo con un comerciante inglés para llevar a La Habana textiles, aparejos, cabos y otras mercancías quizá no tan necesarias en el mantenimiento de barcos.
Por otro lado, recaba información detallada y elabora en su memoria mapas sobre puertos y lugares favorables para un desembarco, disposición de la fortificaciones, los emplazamientos de la artillería, la ubicación de efectivos en la plaza,el arsenal, los caminos y puestos de vigilancia. Todos datos muy valiosos para quien tiene un plan para invadir y tomar la isla.
A su regreso se enfrenta a una investigación por un supuesto contrabando, ordenada desde Madrid por el Ministro de Indias, José de Galves, pasando por encima de la autoridad de Cajigal, en ese momento Gobernador y Capitán General de Cuba.
Para armar el expediente se unen el Intendente de La Habana Juan de Urriza y un funcionario de Hacienda quienes ratifican, en el sitio, la acusación de contrabando formulada desde Madrid.
En 1782 se libra la orden de arresto. Miranda se esconde y se entera que, adicionalmente es requerido por la Inquisición de Sevilla bajo la denuncia de lectura de libros herejes. Un juicio que exige su presencia en la península.
A estas alturas Miranda está plenamente seguro que es objeto de una persecución.
Su única opción es desertar para eludir la sistemática cacería que orquesta Galvez, esparciendo rumores para desacreditarlo como un espía al servicio de Inglaterra.
Informa su decisión de separarse del Ejército español al General Carvajal y comienza clandestinamente los arreglos para dirigirse a norte américa.
Retoma su propósito: continuar su estudio de los sistemas de gobierno en los países mas civilizados del mundo y proseguir en su búsqueda de aliados externos con fuerza para contribuir a la independencia de la América hispana, su patria.
En su ausencia, se produce en La Habana el juicio y la esperada condena, que sólo podrían imponerle si lo capturaban o se entregaba: pérdida de su empleo militar; multa y prisión por diez años en una cárcel de África.
*República, terror y dictadura*
En 1789 Miranda está en Londres con su carpeta de sueños: liberar a todo el continente del imperio español.
Tiene un plan operativo sobre una invasión en varios puntos rutas a partir de tomar La Guaira y sucesivamente Puerto Cabello, Rio Hacha y Cartagena. A su vez, otra expedición partiría a Buenos Aires y Chile.
Su objetivo inmediato es persuadir al primer ministro Pitt de las ventajas que obtendría Inglaterra con la independencia que maduraba entre los pueblos y naciones por los que venía a abogar.
Pero Pitt le resultó un jabón difícil de asir. Durante dos años la cortesía y con fino humor se aplazaban los acuerdos concretos a los que aspiraba Mirada. El gobierno de Inglaterra de acuerdo a sus prioridades, les daba largas.
La paciencia estratégica de Miranda no resistió. Después de dos años de encuentros inútiles, Miranda decide probar suerte en el torbellino que es Francia.
En agosto de 1792, año primero de la Revolución, acepta el requerimiento de incorporarse al Ejército de Francia, si le aprueban tres condiciones: grado militar acorde con su trayectoria, sueldo digno y la protección de Francia para llevar la libertad a la América del sur. Lo cual se le aprobó.
En Francia va a tener éxitos militares y a sufrir tres prisiones. Marat lo ataca con el furor de un extremista maniático. El ultra radical e incorruptible Robespierre lo incluye en su lista privada de pescuezos a hacer rodar con la guillotina. Fouché lo hace objeto de requisas para satisfacer su viciosa adicción a la sospecha.
El primer juicio que enfrenta es por traición, movido por el General en jefe Dumouriez debido a su oposición al plan de perpetrar un golpe contra la Convención. Al negarse a secundarlo Miranda le dice abiertamente "UD me encontrará siempre del lado de la República".
Respecto a los errores militares operativos que se le señalaban, ante los cuales expresó su oportuno desacuerdo, Miranda demostró que disciplinadamente cumplió las ordenes de su General en jefe.
Al final se desveló quien era el traidor. No era un asunto baladi porque ya en en ese momento estaba vigente el Decreto 254 de diciembre de 1792 que establecía el la pena de muerte a “quienquiera que proponga o intente romper la unidad de la República”.
En este primer juicio su defensor es un reputado abogado, Claude Lagarde, el mismo que defendió en vano a la reina María Antonieta.
Su discurso consistió en repetir y demostrar la verdad : que en el terreno militar el Mariscal de campo Miranda siguió disciplinadamente las órdenes de su General en Jefe, Domouriez y que en el aspecto político se opuso a sus ambiciones de poder.
Miranda es absuelto.
El segundo juicio, durante el cual estuvo recluido en la prisión de La Fuerza, tuvo su origen en la táctica de Robespierre de castigar drásticamente a los jefes para que cundiera el temor en los seguidores.
Miranda estuvo 16 meses protestando desde su calabozo por la monstruosidad de Robespierre y la imposibilidad de demostrar que la acusación se basaba en un supuesto viaje a Burdeos.
Durante más de un año soporta con entereza atrasos y diferimientos en la atención de su caso.
Desde su prisión escribe: “Hay algo de glorioso en ser el único hombre sospechoso en Francia.
Es decir, el último reducto en el que se atrinchera la tiranía”.
El 15 de enero de 1795 aquella figura republicana, pero no del ala revolucionaria, recuperó su libertad y reivindicó el derecho de todos a no ser excluidos o condenado por preferir la moderación al ciego fanatismo.
Los sellos sobre sus cajas de libros, evidencias descartadas porque negaban la acusación, se cortaron.
Según Caracciolo Parra Pérez en su obra Miranda y la Revolución Francesa, éste conoce en ese período a Fouché, ligado entonces a los girondinos a quienes también Miranda apreciaba y entre los cuales tenía buenos amigos.
Estas preferencias lo convierten en “sospechoso habitual”. Sufre una corta detención y pasa a ser vigilado como un potencial enemigo de las autoridades francesas.
*Glorias y desventuras*
Salir de aquella detención no sería el fin de sus glorias ni de sus desventuras.
Faltaba aún la más amarga prueba: comandar la lucha por la independencia en su pais natal. Y en ese desafío termina como prisionero de sus compatriotas bajo el infundio de traición y un cúmulo de juicios de intención sobre los motivos para salir del territorio y lo que Miranda podría hacer después.
Su extraña entrega a las autoridades realistas fue el principio de su ocaso. El comienzo de un solitario y doloroso final.
En la visión de Miranda la pérdida de Puerto Cabello le había devuelto a los realistas una superioridad militar al permitirles armamento, pólvora y plomo para extender el control que ya tenían sobre tres cuartas partas del territorio de Venezuela.
Había que pensar en proteger la porción de personas en los pequeños espacios aún en manos patriotas. Evitar más sangre en un país que él no quería contribuir a destruir a nombre de emanciparlo.
El golpe contra Miranda en la Guaira, el 30 de julio de 1812, por parte de Simón Bolívar y su inmediata entrega a los realistas para ser enviado como prisionero a España ha Sido, durante mucho tiempo, un episodio que nuestra historiografía no ha sacado enteramente de debajo de la alfombra.Un tema tabú.
Es un acontecimiento que exige análisis crítico sobre los procederes de dos grandes, entre los más grandes, en unas circunstancias complicadas, contradictorias, tensas y confusas que el proceso de pérdida de la primera República atravesó en la conciencia de los actores en ese escenario.
Es también un hecho que se presenta como una amenaza a las concepciones épicas de una historia donde los héroes dejan de ser humanos para glorificarlos como dioses.
Sus grandezas, en vez de legado de la formación de una idea y un esfuerzo en la construcción de una nación, pasan a ser una nueva materia oscura de conexión de antivalores para convertir el culto al héroe en justificación y servicio a gobiernos basados en el bienestar de pocos, violencia y populismos autoritarios.
Miranda murió, a la 1,05 de la madrugada el 14 de julio de 1816, como un prisionero de la libertad.
En su celda con dos ventanales en el penal de Las cuatro torres del fortín de La Carraca en Cádiz, podía leer, redactar y despachar cartas, recibir atención médica, comida de afuera y el cuidado de Pedro José Morán un criado que lo acompañó desde Venezuela.
Esa misma madrugada fue enterrado y todas sus pertenencias quemadas.
Asi aquel precursor pudo definitivamente cerrar los ojos de su incesante y fracasado sueño con la libertad.
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FUENTE: >>Simón García
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