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sábado, septiembre 13, 2025

Cuando el cambio se vislumbra arrollador, no son las fuerzas declaradas las que representan el mayor peligro, son las que operan agazapadas, emperifolladas de normalidad. En política, las sombras hablan antes que la luz, nada es casualidad y menos cuando el reloj marca lo inevitable.  

Si los rumores se repiten y dejan de murmurar para gritar, se convierten en plan. Lo que se está desarrollando no es una competencia política, es un sofisticado diseño de sabotaje para frustrar la transición hacia la libertad democrática. Se arrastran como víboras en la penumbra; la conspiración deliberada está en marcha para estropear la transformación a un país de excelencia.

Los artífices del entramado, una coalición de sinvergüenzas heterogéneos cohesionados para defender vagabunderías. Discípulos adoctrinados, colaboradores gratificados que, en pánico, ven esfumarse privilegios. Funcionarios de transacciones, chantaje y extorsión; empresarios vivianes de lo amañado. Politiqueros camaleónicos, y siniestros apoderados cuya lealtad es inversamente proporcional a su oportunidad, y quienes, con charreteras relucientes, uniformes y convicciones flexibles, apartados del honor institucional que juraron defender, negocian el precio de su lealtad. 

Su consenso, tácito pero firme, es cualquier cambio auténtico, es una amenaza existencial. Su objetivo no es gobernar para el futuro, sino perpetuar el pasado para beneficio. Y, en un coro desafinado, acuerdan abortarlo antes de que nazca. Tiemblan aterrados ante la transparencia, sabedores de que sus secretos no resistirían la luz del día.

La metodología es un patrón reconocible que la ciencia política ha documentado. Encuentros circunspectos que desaparecen; tratos de ultratumba; incentivos para la división con promesas lucrativas, prebendas y cuotas de poder; escándalos mediáticos para confundir a la ciudadanía exhausta. Y, la más perniciosa, promoción de un discurso de "paz" y "estabilidad" que significa la prolongación de la impunidad. Presentando la disyuntiva como una elección entre "orden" y "caos", cuando la realidad es una elección entre "cambio" y "continuidad de la corrupción".

Revelan un esquema inequívoco. Lo llaman “normalización”, en realidad es miedo disfrazado de orden. No se trata de desvaríos ni paranoias, es un plan elaborado para descarrilar la bienvenida de un nuevo ciclo político, bajo un manto de aparente legalidad, como si la mentira se legitimara con sellos y firmas.

No son fantasmas, sino maniobras concretas. Sin embargo, el costo del retraso es alto y doloroso. Cada día que logran postergar el cambio representa múltiples tragedias simultáneas. Un día más de oxígeno para un modelo moribundo; un día más de riqueza mal habida; un día más de exilio, represión, miseria, presos, torturados, exiliados, desaparecidos, y un día menos de justicia para las víctimas.

Pero, la subestimación fatal, un error de los conspiradores, ignorar, desconocer la voluntad soberana de un pueblo, que no se archiva ni se firma en secreto. La paciencia ciudadana, aunque extensa, no es infinita. Está demostrado que cuando la mayoría alcanza un punto de inflexión, ningún discurso, uniforme o pacto la detiene. La fuerza legítima de las urnas y de la calle siempre termina por imponerse sobre la ilegítima de la coerción y el fraude. Se enculillan con el cambio, pero aún más a la justicia que lo acompañará. Su resistencia no nace del patriotismo, sino de que sus faenas no resistirían el escrutinio de instituciones transparentes. Verdad que incomoda.

La disyuntiva histórica se presenta clara y urgente, vivimos la bifurcación que definirá el destino por décadas. O bien la voluntad popular se impone, conduciendo a una transición pacífica, ordenada pero firme hacia la restitución del Estado de derecho, o seremos testigos de la perpetuación de un sistema que convierte a los verdugos del presente en supuestos salvadores del futuro. La gran ironía, quienes invocan símbolos patrios son los primeros en preparar su huida hacia jurisdicciones serviciales.

La decisión final no habita en despachos oficiales o secretos de alcoba. Reside en la capacidad ciudadana para discernir entre el auténtico interés nacional y aquellos que se disfrazan para proteger lo injustificable. No hay neutralidad cuando la dignidad institucional está en juego. El silencio encubridor se convierte, inevitablemente, en complicidad activa con el deterioro.

El aguante, no es eterno. Llegó la hora en que la determinación debe zarandear a la resignación, y la acción organizada reemplazar a la esperanza pasiva. La transición hacia la democracia plena no es un favor negociable, es un derecho que se conquista.

@ArmandoMartini

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FUENTE: >>https://www.elnacional.com/2025/09/la-conspiracion-contra-la-transicion/

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