Por Omar González Moreno
Nicolás Maduro, aferrado inútilmente al poder, ha vuelto a provocar una confrontación con Estados Unidos, declarando con su habitual bravuconería que "retroceder no es una alternativa".
Sus palabras, cargadas de una retórica agresiva que ya suena gastada, no son más que la repetición de las consignas vacías de un sujeto que ha perdido todo rastro de legitimidad.
En nuestro país asfixiado por la corrupción, la miseria, la represión y el éxodo masivo, esta postura no solo resulta irresponsable, sino que además es una afrenta a un pueblo harto de su nefasto régimen.
Mientras Venezuela se desangra, con más de ocho millones de emigrantes y una economía colapsada, Maduro elige el camino del enfrentamiento, como si su obsesión por mantenerse en el poder pudiera alimentarse de discursos altisonantes y tráfico de drogas; en lugar de pan, medicinas, trabajo, educación, salud, prosperidad, honestidad y libertad.
Su negativa a aceptar la derrota aplastante que le propinaron María Corina Machado y Edmundo González Urrutia en las elecciones presidenciales del 28J, como buen narcoterrorista que es, prefiere condenar a millones a un sufrimiento evitable antes que dejar el negocio del tráfico de estupefacientes y entregar el poder.
¿A quién beneficia esta obstinación? No al venezolano, que enfrenta colas interminables, apagones y una inflación que pulveriza sus sueños.
Solo fortalece a una élite que se aferra al poder para enriquecerse insaciablemente, mientras el país se desmorona.
La confrontación con Estados Unidos, que Maduro pinta como un enemigo omnipresente, no es más que una cortina de humo para desviar la atención de su propio fracaso.
Las sanciones, que tanto critica, son una excusa conveniente para ocultar la corrupción y la ineptitud que han saqueado Venezuela mucho antes de cualquier medida externa.
Su retórica belicista no intimida a nadie; solo aisla aún más a un país que necesita puentes, no muros.
Maduro, con su desafío inútil, no solo traiciona la esperanza de millones de venezolanos, sino que también los arrastra a un abismo sin retorno.
Retroceder, para él, no es una opción porque significaría enfrentar la verdad, que no es otra que admitir que su tiempo ya pasó y que Venezuela merece algo mejor que tener al capo de una organización narcoterrorista en el poder.
Es hora de que el mundo y los venezolanos terminen con este tipo de fanfarronería y tomen las acciones necesarias para llevar a Maduro y sus secuaces ante la justicia, para que paguen por sus crímenes, la destrucción y el saqueo cometido.
El futuro no puede esperar más.
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FUENTE: >>Omar González Moreno
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