Los análisis de prospectiva económica, social y política que, optimistamente, pretendieron adelantarse a los tiempos que ocuparían los compendios del siglo XXI, no dieron en el blanco que los analistas presumieron de modo triunfalista, en su momento, hacer del conocimiento público.
Sin duda que las realidades alcanzadas hasta el ocaso del siglo XX, cambiaron con el despertar del siguiente siglo. Pero los consabidos cambios, muchos anunciados con el estruendo propio de la publicidad solapada y de la información de nuevo cuño exagerada, se estrellaron sobre el brilloso papel de nuevos medios de comunicación apoyados en la publicidad digitalizada y amarilla. La incertidumbre ganó la disputa.
Si ciertamente las razones de tan agudos aprietos esbozaron argumentos que hablaron de un supuesto desarrollo económico que animaría la ascensión de las clases medias y la renovación de la democracia como sistema político capaz de fundamentar el bienestar social atrofiado, los mismos no pasaron de ser líneas de discursos vacíos. Que lejos de convalidar las conjeturas interpuestas, no dejaron de caer en la desgracia de animar la “anti-política” como la excusa que evadió los compromisos que anunciaron declaraciones reveladas a manera de “periódico de ayer». Y que, además, avivaron crisis embutidas en un “trasnochado populismo” que pareció sujetarse a reiterativas prácticas propias de un proselitismo de remozada figura.
Las encopetadas “verdades” que comenzaron a tomar forma apenas amaneciendo el siglo XXI, eran distorsionadas pues estaban cargadas de una abultada dimensión histórica, que dado el “tremendismo expuesto”, desvirtuó importantes capítulos recogidos por los gruesos y sostenidos anales de la historia política, social y económica, particularmente.
“Verdades” de rabiosa pegada
De esa forma, el ingreso al siglo XXI, aconteció casi improvisadamente pues las “verdades” que quisieron utilizarse a manera de referencias para sostener la validez de consideraciones de tiempos pretéritos, giraron en torno a una historia que, aunque prominente, estaba contaminada. Infectada de apreciaciones politizadas cuyo interés fundamental era inducir una encerrona emocional en la población. Con la idea que condujera a aprisionar ideales que, a su vez, apuntalaran ideologías de corte populistas. Ideologías que sirvieran de terreno capaz de soportar el peso de ficticias verdades. Todas acomodadas a las circunstancias del momento ya que eran de índole político-partidista. Diseñadas a imagen de la dirigencia política dominante.
Esas presuntas “verdades” que ilustraban un “iluminado” futuro, tiempos de bonanza, libertades políticas, convivencia social, desarrollo y progreso económico, ocultaban la cara de difíciles realidades. Tiempos que encubrieron nuevas crisis que, sin lugar a duda, indujeron oscuras situaciones que verían desaparecer condiciones absolutamente diferentes. Sin embargo, un falsificado optimismo era exhibido y declarado como la panacea que bien sabrían despuntar nuevos paradigmas que habrían de inundar los terrenos de las realidades presentes.
Realidad disconforme
Fue tanto el gasto realizado en el mercadeo político que tuvo lugar con el derroche de recursos provenientes de desbordados endeudamientos en ambientes de pomposos escenarios, que las realidades se dejaron embaucar por idearios pestilentes cuyo olor enceguecía y enmudecía a quienes se prestaban a disfrutar dichas farsas.
De esa manera fue instituyéndose un ambiente de consistentes y sólidos resabios que implicó que numerosos individuos se mostraron convencidos de renunciar a reflexionar sobre la crisis que comenzaba a mostrarse indigerible. Poco o nada se intentaba comprender las causas de la ingobernabilidad que asaltaba y sometía las realidades.
Así empiezan las realidades a desfigurarse. Luego se iniciaría su mutación que valió el cambio que malogró la transformación de la visión del contorno que definiría el entramado del cual pendían las realidades. Tal problema se consustanció con la cultura sociopolítica y socioeconómica de sociedades enteras. Fue una especie de “somnolencia intelectual” que cundió contextos que condicionaron actitudes y disposiciones en individuos e instituciones.
Al cierre
Aunque lo peor vio venirse, cuando el ejercicio de la política se percibió inmerso en los lodazales creados por reflujos de consideraciones producidas por la cantidad de conflictos, confusiones y complicaciones que ocasionaron circunstancias tan graves como la enrarecida naturaleza política que vivió dicho momento. Todo aquello animó hostilidades de distinta índole.
Contrariedades estas que, las realidades agotadas por el desgaste de las crisis, indujeron. Fue así como las discrepancias ocurridas, se vieron instadas a revertir la complejidad que cada situación mostraba. Cada una, naturalmente, hinchada por la diversidad de problemas provocados. Todo ello, obviamente, ocasionado por contradicciones que resonaron como crudas advertencias ante las compungidas realidades. Y que posteriormente, fueron señaladas como “verdades” ficticias del siglo XXI.
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FUENTE: >>https://www.analitica.com/opinion/verdades-ficticias-del-siglo-xxi/
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