Tras las manifestaciones en contra de las medidas económicas, las redacciones se debaten entre lo que fue, lo que debería ser y lo que es el periodismo en el Ecuador. Los reporteros y los medios se vieron sorprendidos por el nivel de hostilidad y violencia con que fueron recibidos no solo por los manifestantes, sino por la fuerza pública y por sus propios colegas. ¿Qué pasó?, ¿qué lecciones nos dejan estas protestas? La discusión es interminable; se habla de polarización de sociedad, de la influencia de las redes sociales, del papel de los políticos y líderes de opinión... EL UNIVERSO habló con varios periodistas y
recogió sus impresiones luego de los once días de protestas.
María Belén Arroyo, periodista de Revista Vistazo, coautora del libro Rehenes: “Necesitamos lecturas transversales para salir de esa matriz de bueno o malo”
Ahora es cuando más claro se ha visto el papel de una prensa militante, que creyó que su papel era acompañar la protesta de los indígenas, protesta que es válida, pero que actores violentos y desestabilizadores se encargaron de deslegitimar. En ese contexto, creo que a los periodistas nos queda la necesidad de no perder la profundidad ante la inmediatez de los hechos.
El análisis debe ir más allá; de lo contrario, se termina ubicando los temas en una matriz de dos polos: gobierno-malo versus indígena-bueno. Así terminamos en una trampa mortal: o bien nos ponemos en defensa del que con legítima razón protesta o bien avalamos la represión. La realidad es mucho más compleja. Como periodistas necesitamos lecturas transversales para salir de esa matriz binaria, de bueno o malo. Un modelo populista basa, precisamente, su éxito en la confrontación -el malo siempre es el otro- y desde algunos medios se ha seguido esa matriz para abordar los hechos.
Andrés López, periodista de radio y televisión. Visión 360 y Radio Visión: “La tecnología puede jugar en contra; fuimos bombardeados por información engañosa”
Fue un episodio sorpresivo. No solo imposible de imaginar la envergadura de la protesta, sino, sobre todo, la violencia y los objetivos detrás de muchos manifestantes. La prensa tiene parámetros claros de comportamiento: cada palabra o silencio tiene impacto, se exige divulgar información con datos precisos y con tono mesurado; en conflictos, el periodista cuenta lo que ve y es testigo de privilegio, está donde se genera la noticia. Lecciones que nos deja esto: una de las principales fue constatar que la tecnología puede jugar en contra. Mientras permitió conocer en tiempo real los sucesos, los ecuatorianos fuimos bombardeados por información engañosa. Esos datos enervaron los ánimos y la actividad periodística se volvió particularmente peligrosa. Fuimos blanco de críticas, insultos e incluso agresiones, cuando el periodista no toma partido por un bando. El gobierno de Rafael Correa atacó de manera obstinada a los medios de comunicación y a los periodistas. El efecto de esa agresividad se notó en la violencia irracional contra la prensa.
Quizá, la anarquía y la convulsión social provocó generalizaciones periodísticas, como decir que “los indígenas eran los autores de los saqueos”, dicho de esa manera, se excluye a otros protagonistas que buscaban el caos y consecuentemente, el golpe de Estado.
Andrea Orbe, periodista de televisión. TVC: “Aunque una sola persona confíe en nuestro trabajo, tenemos que hacerlo mejor”
El día con mayor riesgo para mí fue el lunes 7 de octubre. Estábamos con mi equipo en la Panamericana norte, en la comuna de San Miguel del Común. Teníamos noticiero hasta las 09:00 y eran las 07:30. Queríamos hacer nuestro reporte en vivo.
Cuando nos bajamos, el camarógrafo dijo quedémonos a 100 metros. Primero vinieron dos personas y luego vinieron más. Nos empezaron a empujar, nos insultaron y gritaban: “prensa corrupta”, “vendidos”, “hijos de puta, qué hacen aquí, lárguense”.
Empezamos a grabar para que al menos quede registrado algo. Cuando saqué el teléfono, sentí que uno quiso alzarme la mano, mientras otro, con megáfono, alertó a más gente. Unos diez llegaron corriendo y pensé que nos iban a linchar. Me quitaron el celular por un momento, pero me lo devolvieron para que borre los videos. Yo temblaba, no podía con el teléfono… Como me vieron tan nerviosa, uno de ellos empezó a grabar y me cogió del hombro para que diga que no nos estaban haciendo nada. Tuve mucho miedo y lo único que quería era que alguien que diga ¡ya basta!. He cubierto por muchos años el segmento de la comunidad y me asustó ver a personas que nos han dado pan en las mañanas ahora enfrentado a la gente. En Twitter también había mucha violencia. Fue horrible. Pero creo que no fue contra Andrea Orbe, sino contra la profesión. Pero así sea una sola persona la que confíe en nuestro trabajo, tenemos que hacerlo mejor.
Carlos Rojas, periodista de prensa escrita y televisión, Políticamente Correcto, de Ecuavisa: “La sociedad radical de ahora quiere que la prensa sea igual de radical”
Las protestas demostraron que a la sociedad, en su conjunto, se le hace difícil resolver sus problemas y conflictos desde los códigos democráticos. Cae fácilmente en la anarquía y en la polarización. El país y sus élites no han madurado desde 1997. El diálogo se convoca después de que se toma una medida trascendental, en lugar de que sea al revés. Y cuando llega el diálogo, este no fluye por el marcado radicalismo de sus interlocutores. Desde ese comportamiento se pueden analizar los ataques que recibió la prensa. Las odiosidades y las heridas que dejó el correísmo no han sanado.
El poder atacó a los periodistas. El Gobierno los reprimió desde la fuerza pública, evidenciando que cuando la prensa incomoda, todos los gobernantes pueden sacar a relucir su faceta más autoritaria. También la Conaie, los movimientos sociales y los violentos desempolvaron los epítetos de “prensa corrupta” y sesgada, con marcada injusticia y desconocimiento del oficio.
“Es que ustedes no sacan lo que deben”, era la frase cliché de esos días. Y por ello, los reporteros, quienes viven de su trabajo y lo ejercen con pasión, sufrieron un escarnio peligroso, al punto de exponer su integridad y su vida. Y los medios (como empresas y casas editoriales) se llevan la acusación, desproporcionada e irreal, de ser los grandes maquinadores de todos los conflictos. Por eso quisieron quemarlos.
Muchos críticos dicen que la prensa tradicional está perdiendo su contacto con las audiencias y que la transformación digital explica los nuevos comportamientos generacionales. Pero esa no es la gran conclusión. La sociedad radical de ahora quiere que la prensa sea igual de radical. No le interesa el papel de mediador, sino el de defensor a ultranza y sin críticas de sus tesis.
Fabricio Vela, periodista de Radio Majestad; programa A primera hora: “El común de los ciudadanos es más crítico y tenemos que hacer una autocrítica”
Tengo 26 años en el ejercicio periodístico. Cubrí la caída de los presidentes Bucaram, Mahuad y Gutiérrez. Un sinnúmero de manifestaciones, paros, huelgas, levantamientos indígenas, etc., y jamás vi el nivel de violencia que vivió el país entre el 3 y el 13 de octubre de 2019. Vandalismo del que no recuerdo precedente alguno y un injustificable abuso en la utilización de la fuerza por parte de la Policía.
En ese contexto, el rol de los medios invita a un profundo análisis, pues quedaron claramente expuestas las restricciones provocadas por las líneas editoriales autoimpuestas por varios de los propios medios de comunicación. El ejemplo más claro está en los intentos para invisibilizar los excesos de la fuerza pública. El mismo día ocurrieron dos hechos: un taxista, en un intento por huir de sus compañeros, atropelló a un camarógrafo de Teleamazonas y, más tarde, la brutal arremetida de policías en el centro de Quito, golpeando salvajemente a fotógrafos de El Comercio y agencia API. Varios medios nacionales generaron reportajes para condenar la agresión del taxista, pero ni siquiera mencionaron los excesos policiales contra los periodistas. Tampoco recuerdo antecedente alguno de periodistas detenidos mientras cubrían manifestaciones.
Todos los medios tienen líneas editoriales. Es legítimo. Sobre todo, en el género periodístico de opinión o de interpretación. Pero considero ilegítimo que en el género de información de invisibilicen noticias o se las publique parcialmente. El común de los ciudadanos hoy tiene un juicio mucho más crítico. En eso han ayudado las redes sociales. En esta crisis, mucho de lo que fue oculto por los medios tradicionales apareció con fuerza en las redes sociales y medios alternativos. Es necesaria la autocrítica.
Alejandro Pérez, periodista revista Vistazo: “Discurso antimedios caló profundo en muchas personas”
Me sentí agredido. El día en que llegaron los indígenas por Tambillo no logramos llegar. Nos quedamos atrapados un par de kilómetros antes, dónde un grupo de manifestantes nos bloqueó la carretera. Nos empezaron a lanzar piedras. Le lanzaron un piedrazo a otro vehículo. Yo me asusté, porque no podíamos regresar a Quito ni avanzar. Por suerte, el conductor conocía un camino empedrado que salía a Amaguaña. Luego, en Quito, los indígenas no querían hablar, oían que yo era periodista y me pedían que me retire. Tenía que hacer una nota sobre las condiciones de vida de los indígenas en el campo, para la edición impresa, que es de mayor profundidad. Fue muy difícil recoger los testimonios, incluso, para escribir sobre el olvido histórico que han soportado. El día en que les impidieron salir a los periodistas del ágora de la CCE estuvieron dos fotógrafos de la revista. Las versiones son contradictorias. Uno dijo que se sintió secuestrado y el otro que no, que les trataron bien. Fue duro. Por ejemplo, en mi familia me han recriminado señalando que los canales grandes mienten. Aunque mis parientes no quieren a Correa, su discurso antimedios caló profundo en muchas personas. Creo que después de esto hay mucho que pensar. Es increíble cómo en Chile quemaron las instalaciones de El Mercurio. Reducir la violencia contra los medios a un discurso de correístas o anticorreístas es un error.
Ana Acosta, editora de Wambra Medio Digital Comunitario: “Creemos que se debe hacer otro periodismo”
Hay que diferenciar el tema de los medios. Hay quienes trabajaban en la parte de comunicación de la propia dirigencia indígena. Nosotros como Wambra cubríamos por nuestra cuenta. Nacimos en 2010 y también cubrimos el gobierno correísta y recibimos muchas críticas. Si se mira a los nuevos medios, se puede apreciar que son creados hace un mes, una semana… Y a nosotros nos meten en ese mismo saco. Ahora, nosotros sí creemos que se debe hacer otro periodismo. Nos somos un medio oficial, tampoco de un banco, de un partido, ni nada de eso.
También nos agredieron. Fuimos el primer medio que publicó el video de agresión de la fuerza pública al fotógrafo de El Comercio. También tuvimos la agresión a nuestro compañero Juan Carlos González. Estaba documentando la represión de la Policía y le dieron un bombazo. Sigue con un vendaje en su rostro. Por suerte, no fue una herida grave. En los días más violentos hubo mucha presión. Preferimos no ser identificados; no mostrábamos nuestra credencial, porque también estábamos en peligro. El último día, nos amenazaron. Había tantas personas con un lenguaje agresivo contra todo aquel que tenía credencial de prensa o una cámara, que decidimos evitar riesgos. Cuando se confirmó la muerte de indígenas, ya no hubo posibilidad de sacar ni siquiera el celular.
Lo que sí es cierto es que en el ágora, cuando fue el funeral (de un indígena fallecido durante las protestas), nosotros estuvimos ahí igual que los demás periodistas, pero sostuvimos la señal.
Vandalismo en calles de Quito, atacan Teleamazonas y El Comercio antes de vigencia del toque de queda
María Sol Borja, editora de GK: “No se trata de jugar a ser héroe ni de naturalizar que el riesgo es un 'gaje del oficio'“
Esta protesta deja muy claro que no estamos preparados para garantizar la seguridad de los periodistas. Por un lado, el comité de protección de periodistas creado por el gobierno no sé qué hace, no ha habido ninguna activación. Por el otro, las redacciones y las gerencias de los medios tampoco están conscientes del peligro de este tipo de coberturas.
Por ahí alguien decía que son gajes del oficio, pero eso no es así. Es peligrosísimo que en las redacciones se diga que parte de tu trabajo es recibir pedradas. Lastimosamente, es algo que se ha normalizado. No se trata de jugarte a ser héroe. Se debe hacer conciencia de que si estás muerto no vas a cubrir nada y nosotros deberíamos ser los primeros en exigir garantías.
Yo creo que sí es posible hacer periodismo independiente y no militar. Hay mucha confusión entre el medio y el periodista. No sé para qué sirven ciertos gremios que, por ejemplo, deberían trabajar para que la gente conozca cómo funciona un canal o un periódico. Creo que lo que sucedió, con la polarización y la circulación de un sinfín de noticias falsas, fue una demostración microscópica de lo que es el país.
Eric Samson, periodista y catedrático universitario. Corresponsal de Reporteros sin fronteras: “Cuando uno se codea con los ministros, pierde de vista a los demás”
Luego de estas protestas, una primera reflexión es que los medios deben enviar al terreno personal preparado y equipado. Lo deben tomar en serio. Hemos visto la violencia de los manifestantes legítimos, de los infiltrados... y los periodistas están entre ambos bandos. Debe haber protecciones balísticas, máscaras de gas, gafas, etc. Hay muchos medios que quieren seguridad, pero no están dispuestos a pagar por ello. También hay que formar al personal.
En segundo lugar, necesitamos salir de esa serie de amenazas e insultos que se repite desde el periodo de diez años del régimen anterior. A veces los reproches son justificados, hay casos de medios que se han dejado maniatar, como los medios del Estado, pero estoy seguro de que la mayoría de quienes acusan a la prensa de corrupta ni siquiera la miran o la leen. Los actores que se quejan de la prensa, en el fondo, no creo que quieran realmente que se haga periodismo, sino que sus actividades reciban publicidad. Hay mucho desconocimiento. No se entiende la gran diferencia entre transmitir desde tu celular y toda la maquinaria que implica un medio grande. Debería haber una campaña de medios y gremios para explicar cómo funcionamos. Los medios no pueden estar en todas partes.
Finalmente, se necesita un mínimo de coherencia. Los manifestantes reclamaban que se haga cobertura, pero cuando llegaban los reporteros no les dejaban hacer su trabajo. Por otra parte, hay que ir más allá. Un ejemplo es lo que pasó con Donald Trump, los medios grandes vivían en su burbuja y no vieron el impacto que iba a tener el voto de la clase media blanca; perdieron contacto con el país real. Hay una absoluta necesidad de enviar reporteros a tomar el pulso de la sociedad y no quedarse en lo que dicen las élites en las ciudades grandes. Cuando uno se codea con los ministros, pierde de vista a los demás.
Diego Pallero, fotógrafo. El Comercio: “En Twitter dicen que la prensa miente, pero nosotros sí estuvimos ahí, poniendo en riesgo nuestra integridad”
En este gobierno ya tuve inconvenientes con grupos correístas en una cobertura en la Fiscalía. Fueron cínicos y me dijeron que me pagaban (el Gobierno) por hacer mi trabajo. El jueves 3 de octubre, me acerqué a grabar con mi teléfono cuando los policías atraparon a un chico. A mis compañeros les acorralaron y un policía botó mi teléfono. Yo reaccioné tratando de recuperarlo y reclamé airadamente. Luego fue que a Julio Estrella (fotógrafo) le patearon en el suelo, sacaron el gas y nos lanzaron a los ojos.
Ya después de todas estas jornadas, me queda la sensación de que muchos piensan que nosotros somos los culpables de todo. Es un argumento común y fácil, muy fuerte del correísmo. La gente tiene el legítimo derecho a protestar, pero no a buscar culpables sin argumentos. En este momento parecería estar muy apasionada, fanatizada. Leo en Twitter que la prensa miente, que no cubre los hechos, cuando la gran mayoría de quienes trabajamos en esto estuvimos en las coberturas, en las situaciones más difíciles y poniendo en riesgo nuestra integridad. Esta ha sido la protesta más fuerte en muchísimos años y no es justo lo que muchos repiten. En la prensa hemos cometido errores y ligerezas, porque es un trabajo del día a día, que no puede ser perfecto. Sin embargo, es un llamado de atención a la clase política y empresarial, porque subestiman mucho el pensamiento de la gente, piensan que todo se puede arreglar desde arriba. No creo que las heridas se vayan a curar tan pronto.
Adriana Noboa, periodista de Primicias: “El correísmo dejó un mensaje contra la prensa que está marcado inconscientemente”
Da coraje que no te permitan hacer la cobertura. Primero estábamos grabando la represión policial, luego ya todo fue más difícil con todos. Cuando pasó lo de la agresión al fotógrafo por parte de los policías, en unos 10 minutos, pasé del coraje a la frustración y al miedo.
No sé si sea la costumbre del trabajo o la gana de seguir informando lo que termina bloqueando las emociones y, finalmente, una sigue en lo suyo.
Luego cuando veo las redes sociales, sí siento un poco de indignación, porque hay críticas que no tienen fundamento. No me importa quién está de un lado o de otro, sino publicar y transmitir todo. Lastimosamente, hay una impresión generalizada de que no se cubrió todo y está ya en la mentalidad de muchos. La constante agresión de los tiempos del correísmo dejó ese mensaje marcado inconscientemente.
Por supuesto que hay momentos en que te quiebras. Me parce que fue el día de la retención en el ágora, que el nivel de frustración era enorme, porque no era justo. Los que estamos en la calle, reporteando, no tenemos nada que ver con lo que decidan transmitir las direcciones de los medios.
Las protestas demostraron que a la sociedad, en su conjunto, se le hace difícil resolver sus problemas y conflictos desde los códigos democráticos. Cae fácilmente en la anarquía y en la polarización. El país y sus élites no han madurado desde 1997. El diálogo se convoca después de que se toma una medida trascendental, en lugar de que sea al revés. Y cuando llega el diálogo, este no fluye por el marcado radicalismo de sus interlocutores. Desde ese comportamiento se pueden analizar los ataques que recibió la prensa. Las odiosidades y las heridas que dejó el correísmo no han sanado.
El poder atacó a los periodistas. El Gobierno los reprimió desde la fuerza pública, evidenciando que cuando la prensa incomoda, todos los gobernantes pueden sacar a relucir su faceta más autoritaria. También la Conaie, los movimientos sociales y los violentos desempolvaron los epítetos de “prensa corrupta” y sesgada, con marcada injusticia y desconocimiento del oficio.
“Es que ustedes no sacan lo que deben”, era la frase cliché de esos días. Y por ello, los reporteros, quienes viven de su trabajo y lo ejercen con pasión, sufrieron un escarnio peligroso, al punto de exponer su integridad y su vida. Y los medios (como empresas y casas editoriales) se llevan la acusación, desproporcionada e irreal, de ser los grandes maquinadores de todos los conflictos. Por eso quisieron quemarlos.
Muchos críticos dicen que la prensa tradicional está perdiendo su contacto con las audiencias y que la transformación digital explica los nuevos comportamientos generacionales. Pero esa no es la gran conclusión. La sociedad radical de ahora quiere que la prensa sea igual de radical. No le interesa el papel de mediador, sino el de defensor a ultranza y sin críticas de sus tesis.
Fabricio Vela, periodista de Radio Majestad; programa A primera hora: “El común de los ciudadanos es más crítico y tenemos que hacer una autocrítica”
Tengo 26 años en el ejercicio periodístico. Cubrí la caída de los presidentes Bucaram, Mahuad y Gutiérrez. Un sinnúmero de manifestaciones, paros, huelgas, levantamientos indígenas, etc., y jamás vi el nivel de violencia que vivió el país entre el 3 y el 13 de octubre de 2019. Vandalismo del que no recuerdo precedente alguno y un injustificable abuso en la utilización de la fuerza por parte de la Policía.
En ese contexto, el rol de los medios invita a un profundo análisis, pues quedaron claramente expuestas las restricciones provocadas por las líneas editoriales autoimpuestas por varios de los propios medios de comunicación. El ejemplo más claro está en los intentos para invisibilizar los excesos de la fuerza pública. El mismo día ocurrieron dos hechos: un taxista, en un intento por huir de sus compañeros, atropelló a un camarógrafo de Teleamazonas y, más tarde, la brutal arremetida de policías en el centro de Quito, golpeando salvajemente a fotógrafos de El Comercio y agencia API. Varios medios nacionales generaron reportajes para condenar la agresión del taxista, pero ni siquiera mencionaron los excesos policiales contra los periodistas. Tampoco recuerdo antecedente alguno de periodistas detenidos mientras cubrían manifestaciones.
Todos los medios tienen líneas editoriales. Es legítimo. Sobre todo, en el género periodístico de opinión o de interpretación. Pero considero ilegítimo que en el género de información de invisibilicen noticias o se las publique parcialmente. El común de los ciudadanos hoy tiene un juicio mucho más crítico. En eso han ayudado las redes sociales. En esta crisis, mucho de lo que fue oculto por los medios tradicionales apareció con fuerza en las redes sociales y medios alternativos. Es necesaria la autocrítica.
Alejandro Pérez, periodista revista Vistazo: “Discurso antimedios caló profundo en muchas personas”
Me sentí agredido. El día en que llegaron los indígenas por Tambillo no logramos llegar. Nos quedamos atrapados un par de kilómetros antes, dónde un grupo de manifestantes nos bloqueó la carretera. Nos empezaron a lanzar piedras. Le lanzaron un piedrazo a otro vehículo. Yo me asusté, porque no podíamos regresar a Quito ni avanzar. Por suerte, el conductor conocía un camino empedrado que salía a Amaguaña. Luego, en Quito, los indígenas no querían hablar, oían que yo era periodista y me pedían que me retire. Tenía que hacer una nota sobre las condiciones de vida de los indígenas en el campo, para la edición impresa, que es de mayor profundidad. Fue muy difícil recoger los testimonios, incluso, para escribir sobre el olvido histórico que han soportado. El día en que les impidieron salir a los periodistas del ágora de la CCE estuvieron dos fotógrafos de la revista. Las versiones son contradictorias. Uno dijo que se sintió secuestrado y el otro que no, que les trataron bien. Fue duro. Por ejemplo, en mi familia me han recriminado señalando que los canales grandes mienten. Aunque mis parientes no quieren a Correa, su discurso antimedios caló profundo en muchas personas. Creo que después de esto hay mucho que pensar. Es increíble cómo en Chile quemaron las instalaciones de El Mercurio. Reducir la violencia contra los medios a un discurso de correístas o anticorreístas es un error.
Ana Acosta, editora de Wambra Medio Digital Comunitario: “Creemos que se debe hacer otro periodismo”
Hay que diferenciar el tema de los medios. Hay quienes trabajaban en la parte de comunicación de la propia dirigencia indígena. Nosotros como Wambra cubríamos por nuestra cuenta. Nacimos en 2010 y también cubrimos el gobierno correísta y recibimos muchas críticas. Si se mira a los nuevos medios, se puede apreciar que son creados hace un mes, una semana… Y a nosotros nos meten en ese mismo saco. Ahora, nosotros sí creemos que se debe hacer otro periodismo. Nos somos un medio oficial, tampoco de un banco, de un partido, ni nada de eso.
También nos agredieron. Fuimos el primer medio que publicó el video de agresión de la fuerza pública al fotógrafo de El Comercio. También tuvimos la agresión a nuestro compañero Juan Carlos González. Estaba documentando la represión de la Policía y le dieron un bombazo. Sigue con un vendaje en su rostro. Por suerte, no fue una herida grave. En los días más violentos hubo mucha presión. Preferimos no ser identificados; no mostrábamos nuestra credencial, porque también estábamos en peligro. El último día, nos amenazaron. Había tantas personas con un lenguaje agresivo contra todo aquel que tenía credencial de prensa o una cámara, que decidimos evitar riesgos. Cuando se confirmó la muerte de indígenas, ya no hubo posibilidad de sacar ni siquiera el celular.
Lo que sí es cierto es que en el ágora, cuando fue el funeral (de un indígena fallecido durante las protestas), nosotros estuvimos ahí igual que los demás periodistas, pero sostuvimos la señal.
Vandalismo en calles de Quito, atacan Teleamazonas y El Comercio antes de vigencia del toque de queda
María Sol Borja, editora de GK: “No se trata de jugar a ser héroe ni de naturalizar que el riesgo es un 'gaje del oficio'“
Esta protesta deja muy claro que no estamos preparados para garantizar la seguridad de los periodistas. Por un lado, el comité de protección de periodistas creado por el gobierno no sé qué hace, no ha habido ninguna activación. Por el otro, las redacciones y las gerencias de los medios tampoco están conscientes del peligro de este tipo de coberturas.
Por ahí alguien decía que son gajes del oficio, pero eso no es así. Es peligrosísimo que en las redacciones se diga que parte de tu trabajo es recibir pedradas. Lastimosamente, es algo que se ha normalizado. No se trata de jugarte a ser héroe. Se debe hacer conciencia de que si estás muerto no vas a cubrir nada y nosotros deberíamos ser los primeros en exigir garantías.
Yo creo que sí es posible hacer periodismo independiente y no militar. Hay mucha confusión entre el medio y el periodista. No sé para qué sirven ciertos gremios que, por ejemplo, deberían trabajar para que la gente conozca cómo funciona un canal o un periódico. Creo que lo que sucedió, con la polarización y la circulación de un sinfín de noticias falsas, fue una demostración microscópica de lo que es el país.
Eric Samson, periodista y catedrático universitario. Corresponsal de Reporteros sin fronteras: “Cuando uno se codea con los ministros, pierde de vista a los demás”
Luego de estas protestas, una primera reflexión es que los medios deben enviar al terreno personal preparado y equipado. Lo deben tomar en serio. Hemos visto la violencia de los manifestantes legítimos, de los infiltrados... y los periodistas están entre ambos bandos. Debe haber protecciones balísticas, máscaras de gas, gafas, etc. Hay muchos medios que quieren seguridad, pero no están dispuestos a pagar por ello. También hay que formar al personal.
En segundo lugar, necesitamos salir de esa serie de amenazas e insultos que se repite desde el periodo de diez años del régimen anterior. A veces los reproches son justificados, hay casos de medios que se han dejado maniatar, como los medios del Estado, pero estoy seguro de que la mayoría de quienes acusan a la prensa de corrupta ni siquiera la miran o la leen. Los actores que se quejan de la prensa, en el fondo, no creo que quieran realmente que se haga periodismo, sino que sus actividades reciban publicidad. Hay mucho desconocimiento. No se entiende la gran diferencia entre transmitir desde tu celular y toda la maquinaria que implica un medio grande. Debería haber una campaña de medios y gremios para explicar cómo funcionamos. Los medios no pueden estar en todas partes.
Finalmente, se necesita un mínimo de coherencia. Los manifestantes reclamaban que se haga cobertura, pero cuando llegaban los reporteros no les dejaban hacer su trabajo. Por otra parte, hay que ir más allá. Un ejemplo es lo que pasó con Donald Trump, los medios grandes vivían en su burbuja y no vieron el impacto que iba a tener el voto de la clase media blanca; perdieron contacto con el país real. Hay una absoluta necesidad de enviar reporteros a tomar el pulso de la sociedad y no quedarse en lo que dicen las élites en las ciudades grandes. Cuando uno se codea con los ministros, pierde de vista a los demás.
Diego Pallero, fotógrafo. El Comercio: “En Twitter dicen que la prensa miente, pero nosotros sí estuvimos ahí, poniendo en riesgo nuestra integridad”
En este gobierno ya tuve inconvenientes con grupos correístas en una cobertura en la Fiscalía. Fueron cínicos y me dijeron que me pagaban (el Gobierno) por hacer mi trabajo. El jueves 3 de octubre, me acerqué a grabar con mi teléfono cuando los policías atraparon a un chico. A mis compañeros les acorralaron y un policía botó mi teléfono. Yo reaccioné tratando de recuperarlo y reclamé airadamente. Luego fue que a Julio Estrella (fotógrafo) le patearon en el suelo, sacaron el gas y nos lanzaron a los ojos.
Ya después de todas estas jornadas, me queda la sensación de que muchos piensan que nosotros somos los culpables de todo. Es un argumento común y fácil, muy fuerte del correísmo. La gente tiene el legítimo derecho a protestar, pero no a buscar culpables sin argumentos. En este momento parecería estar muy apasionada, fanatizada. Leo en Twitter que la prensa miente, que no cubre los hechos, cuando la gran mayoría de quienes trabajamos en esto estuvimos en las coberturas, en las situaciones más difíciles y poniendo en riesgo nuestra integridad. Esta ha sido la protesta más fuerte en muchísimos años y no es justo lo que muchos repiten. En la prensa hemos cometido errores y ligerezas, porque es un trabajo del día a día, que no puede ser perfecto. Sin embargo, es un llamado de atención a la clase política y empresarial, porque subestiman mucho el pensamiento de la gente, piensan que todo se puede arreglar desde arriba. No creo que las heridas se vayan a curar tan pronto.
Adriana Noboa, periodista de Primicias: “El correísmo dejó un mensaje contra la prensa que está marcado inconscientemente”
Da coraje que no te permitan hacer la cobertura. Primero estábamos grabando la represión policial, luego ya todo fue más difícil con todos. Cuando pasó lo de la agresión al fotógrafo por parte de los policías, en unos 10 minutos, pasé del coraje a la frustración y al miedo.
No sé si sea la costumbre del trabajo o la gana de seguir informando lo que termina bloqueando las emociones y, finalmente, una sigue en lo suyo.
Luego cuando veo las redes sociales, sí siento un poco de indignación, porque hay críticas que no tienen fundamento. No me importa quién está de un lado o de otro, sino publicar y transmitir todo. Lastimosamente, hay una impresión generalizada de que no se cubrió todo y está ya en la mentalidad de muchos. La constante agresión de los tiempos del correísmo dejó ese mensaje marcado inconscientemente.
Por supuesto que hay momentos en que te quiebras. Me parce que fue el día de la retención en el ágora, que el nivel de frustración era enorme, porque no era justo. Los que estamos en la calle, reporteando, no tenemos nada que ver con lo que decidan transmitir las direcciones de los medios.
Periodista de Teleamazonas responsabiliza de agresión a la dirigencia de la Conaie
Claudia Roura, periodista de radio y televisión. Políticamente Correcto: “Nuestro papel no es estar con un bando”
Policías y manifestantes no nos dejaron grabar para que no queden los registros de las agresiones de lado y lado. Estaban muy violentos y la exigencia de transmitir fue autoritaria. Es decir, ‘cuando necesito que transmitas, transmites, y cuando debo responder por algo, ahí ya no tienes mi versión’. A una periodista chilena que estuvo esos días en Quito le tocó identificarse y le reclamaron hasta por los mapuches.
La intolerancia es una secuela del correísmo. Hacia dentro nos quedan muchas reflexiones, pero no creo que hayamos estado equivocados, porque nuestro papel no es estar con un bando, sino ser periodistas. La gente puede elegir entre uno u otro medio, que se quede con el que prefiera; estamos en democracia.
Lo que sí critico es el activismo. Eso no tiene nada que ver con el periodismo. Nosotros tratamos de encontrar un equilibrio que ellos, por sus militancias, no comprenden. Deben entender que no somos partidistas, aunque sí compartamos la defensa de ciertos valores, como los derechos humanos. Y aun así, buscamos el equilibrio, contrastando y verificando la información.
Diego Cazar, editor de La Barra Espaciadora: "Ecuador demostró que necesita ubicar a un enemigo contra quien dirigir su inconformidad"
Llevar una credencial de prensa es, al mismo tiempo, un acto de protección y una exposición al riesgo. Identificarnos como periodistas durante las manifestaciones de octubre era necesario y también algo peligroso. El nivel de agitación social que vivió –o vive– Ecuador demostró que nuestra sociedad necesita ubicar permanentemente a un enemigo contra quien dirigir su inconformidad. Y la prensa, como en muchas partes del mundo, es uno de esos enemigos visibles para un grupo social en situación de conflicto.
Mi experiencia durante la cobertura de los hechos de octubre estuvo signada por la urgencia de buscar protección de todos y de todo, para poder reportar lo que ocurría. Las arremetidas policiales fueron excesivas: no respetaron a niños, niñas ni mujeres, mucho menos se preocuparon de los periodistas en el terreno. Eso se demostró en varios casos de agresiones y hasta detenciones injustas a colegas que hacían su trabajo.
La violencia desatada por buena parte de los manifestantes también estuvo dirigida a los periodistas, mucho más a quienes exhibían equipos grandes, cámaras, trípodes, micrófonos; mucho menos a quienes reportamos con un teléfono celular para medios digitales más pequeños.
Vicente Ordóñez, periodista de El Universo, expresidente de la Unión Nacional de Periodistas: “La única manera de sostenernos es con credibilidad de nuestro trabajo”
Tras las manifestaciones quedan varias lecciones. Una es que las empresas periodísticas deben medir el riesgo que corren sus periodistas y reporteros en una cobertura; hay ocasiones en las que está en juego su vida.
El caso de la televisión es particular, porque sus reporteros y presentadores están mucho más expuestos, son conocidos y se convierten en un blanco fácil de los grupos más radicales.
Aunque han aparecido varios medios digitales militantes, ahora más que antes, estoy convencido de que la única manera de sostenernos como periodistas es la credibilidad de nuestro trabajo y de las empresas donde colaboramos. Solo la credibilidad va a ganar.
Paúl Romero, reportero de Ecuavisa “Lo que muchos no comprenden es que yo, como periodista, no hago relaciones públicas”
En esta ocasión se desbordó la hostilidad y la violencia en contra del periodismo. La agresión llegaba de todos lados. Cuando fui a cubrir la llegada de los indígenas y se nos vinieron encima no teníamos ni adonde correr. Buscábamos una casa para meternos, porque la gente estaba muy agresiva. Fueron momentos de altas dosis de nerviosismo. Respiramos gas lacrimógeno mezclado con el humo de las llantas durante días, eso fue horroroso.
Lo que muchos no comprenden es que yo, como periodista, no hago relaciones públicas. Mi trabajo consiste en contar los hechos tal como los veo, investigar y contrastar la información. No podemos estar en un bando.
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