Hemos sido testigos en las últimas décadas cómo en el Mundo los países se han echado a perder y de cómo se han arreglado. En Hispanoamérica se han producido estos fenómenos de manera pendular. No es que se arreglaron y ya está. Sino que cuando creíamos que habían solucionado sus problemas, retrocedían y volvían a caer en crisis profundos.
Así fuimos testigos de un intento democratizador en la década del 60, luego una ola dictatorial militar entre los 60 y los 80, hasta llega a un punto a fines del Siglo XX, en que Cuba era el único país con un régimen no democrático.
En los años de oscuridad democrática, y desde los 60, en Centro América solo Costa Rica vivía las plenas libertades. De resto, el resto de los países era regidos por caudillos militares.
En el sur, los gobiernos democráticos fueron involucionando hacia dictaduras militares: Ecuador, Perú, Brasil, Bolivia, Argentina, Uruguay, Chile, y Paraguay, cuya dictadura llevaba varias décadas. Solo se salvaba Venezuela y Colombia.
El trabajo democratizador fue intenso y sostenido en la región. Destacando el democristiano Arístides Calvani en el sur, y con gran éxito en Centro América. Lo que le hizo acreedor del título de “Apóstol de la Democracia”.
Luego las cosas se enredarían con la entrada del siglo XXI. Aunque ya no eran bien vistas las dictaduras militares, en Hispanoamérica se impondrían ex militares por vía de elecciones, quienes ejercerían gobiernos autoritarios. Una nueva modalidad de ser dictadores con una máscara de demócratas, en abierto populismo y rasgos innegables de comunismo de nuevo cuño.
En todas esas experiencias destacan ciertas características que proyectan una luz de cómo se pueden arreglar los países.
Lo primero es establecer un marco legal referencial de convivencia políticas con reglas claras, transparencia y apego a las normas.
Lo segundo, es un esquema de gobierno inclusivo que sea más que un simple enunciado o cliché electoral. Una manera de que se gobierne para todos por igual, donde todos tengan las mismas oportunidades. Y lo más importante, que las oportunidades existan.
Lo tercero, es que lo servicios básicos existan y sean de calidad: agua, electricidad, comunicaciones; y, además, educación, salud, seguridad, entretenimiento y esparcimiento.
Un valor fundamental, para arreglar un país, es que existe respeto. Para lo cual se hace necesario que la inclusión involucre a instituciones como los sindicatos, y los gremios empresariales y profesionales.
Si todo lo anterior existe, se dan las condiciones para que un país avance por los caminos de la recuperación, la convivencia y la reinstitucionalización de una sociedad destruida.
Solo así, será posible decir: el país se está recuperando.
Editor, eastwebside.com
@ermartinezdNOTA: Este análisis debió ser publicado el día de hoy en www.eastwebside.com. Ante una falla técnica en nuestra página, nos vimos obligados en recurrir a esta vía para garantizar su distribución. El Editor.
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FUENTE: >>R/S/W
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