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lunes, julio 01, 2024

Cochina envidia

El poder político desarrolla la cochina envidia, la expresión de una despiadada aversión contra quien luce más fulgurante

@ajmonagas

Del término “envidia”, caben contravalores que van desde la intolerancia hasta la mentira. Desde luego, paseándose por el odio, el irrespeto y la irresponsabilidad. Podría decirse que es un problema que se exterioriza no solo en la palabra, sino también en las actitudes. Más, cuando su manifestación incita la violencia dejando ver la carencia de valores éticos y morales.

El envidioso no tiene reparo en ofender a quien envidia. Tampoco modera en nada su conducta agresiva, al mismo tiempo que no mide las consecuencias de sus actos, indistintamente si afecta la vida de las personas en lo personal, familiar o laboral.

La envidia en la política

En política, la envidia, más que molestar a quien se dirige la afrenta, molesta más al envidioso. Pues simplemente está poniendo al desnudo las carencias que oculta y que seguramente, lo deshonran. El diccionario de la RAE, bien explica esta situación al registrar la envidia como un “(…) sentimiento de contrariedad que experimenta la persona que no tiene o desearía tener para sí sola algo que otra posee”.

Además, deja envolverse por pasiones viscerales causadas por el miedo y la tribulación que inducen los quebrantos de salud política. Estas aflicciones que padece el envidioso lo llevan a actuar apegado a sentimientos de inferioridad, dado los complejos causados por sentimientos de culpa, imperfección y de reproche que tiene consigo mismo.

De manera que la envidia en política proyecta situaciones de desorden, rechazo y decepción. Quien envidia se rodea de toda clase de maldad, sea operador, dirigente o activista político. Lo peor de todo es que no logra entender que la maldad que lo domina. La envidia habrá de devolvérsele provocándole daños emocionales, éticos y morales difíciles de ser revertidos. Es el problema que afecta a “politiqueros de oficio” quienes, valiéndose de causas electorales, se transforman en víctimas de sus propias ambiciones egoístas.

El problema es tan serio que la Biblia expone que “la envidia y el egoísmo no forman parte de la sabiduría que proviene de Dios. Dichas cosas son terrenales, puramente humanas y demoníacas. Pues, donde hay envidia y ambiciones egoístas, también habrá desorden y toda clase de maldad” (Santiago 3:15-16). Por otra parte, San Agustín, el primer filósofo importante de la era cristiana, llamaba a la envidia el “pecado diabólico por excelencia”.
¿Por qué “cochina” envidia?

Lo que mejor caracteriza al envidioso es el resentimiento que lo carcome toda vez que anhela que el envidiado no tenga lo que ciertamente tiene. O que no sea cierto que el otro o envidiado, posea lo que muestra públicamente. O que el éxito que el otro deja ver, es ilusorio. En fin, el envidioso desea que el envidiado no tenga nada de lo que en la realidad deja ver a la luz del mundo.

Por eso el vulgo habla de “cochina” envidia por cuanto es un antisentimiento que alberga el lado oscuro de cualquier individuo o “politiquero de orilla”. Incluso, “politiqueros de cuello blanco” o gobernantes cargados de una envidia tan soez, que los hace representativos de cuanta obscenidad, procacidad e indecencia han demostrado en su vida política. Envidia que define su moralidad y ética pública.

Todo lo cual hace que su vida sea tan miserable como su ambición egoísta logra retratar públicamente. Esos personajes del poder político se tornan tan envidiosos que terminan no soportando a nadie. Ni a quien está a su lado. Mucho menos, a quien está por arriba en popularidad o alcance político. No permiten ser arrinconados por el brillo de reconocidos personajes que igualmente viven el mundo de la política.
¿Por qué la envidia en la política?

Expresaba el filósofo Fiedrich Nietzsche en La genealogía de la moral (1887) que los políticos no son del todo tontos. Al percatarse de sus debilidades, envidian a los individuos meritorios. Manifiesta que estos personajes son lo suficientemente astutos como para ascender confabulando en contra de los otros.

A decir del análisis anterior, podría inferirse que el poder político desarrolla la envidia y aunque cabe categorizarla como sentimiento irresponsable, es la expresión de una despiadada aversión contra quien luce más fulgurante. Es el caso de Venezuela, actualmente movilizando gruesas apetencias en torno al momento político-electoral en ciernes. Espacio éste donde el poder político, al verse en desventaja, actúa con la mayor envidia posible.
¿Qué decir de la envidia?

El ejercicio de la política en ámbitos de gobierno, es un juego de artimañas, simulacros o manejos calculados con la alevosa intención de eliminar a quien tenga más éxito político-electoral. Casi siempre, como respuesta o actitud de gobernantes y gobierneros de ideas y praxis política autócrata, autoritaria, dictatorial o tiránica.

La envidia política la resume la insatisfacción infinita y el deseo insaciable de poder que se desarrolla a medida que las contingencias van apretando la situación que en un principio establecieron a fuerza de promesas y compromisos que fueron desplazados por las impudicias propias de modelos de gobierno ambiciosos e intemperantes.
Al cierre

De ahí que la envidia en política trae serias consecuencias. No solo para la convivencia, sino también para el sistema político democrático. Es decir, para sus fundamentos jurídicos como el Estado democrático y social de derecho y de justicia. Asimismo, para el pluralismo político, las libertades, los derechos humanos y el sentido de soberanía.

Es una envidia que comienza mostrándose gratuita. Pero con apego al poder, la envidia va convirtiéndose en recurso político. O en la política de la envidia. Tanto como va encareciéndose en términos de sus efectos. Sin duda, es cuando se vuelve una burda y sucia “cochina” envida.
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FUENTE: >>https://runrun.es/opinion/558391/cochina-envidia-antonio-jose-monagas/#google_vignette

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