El Departamento del Tesoro de los Estados Unidos dio un paso sin precedentes para designar al "Cartel de los Soles" como organización terrorista internacional. La decisión, marca un punto de inflexión, transformando la narrativa de autoritarismo a estructura criminal.
El término, no es nuevo en el léxico de la geopolítica. Su nombre deriva de las insignias de sol que portan los generales, destacando una conexión entre la alta cúpula militar y actividades ilícitas. Según la acusación, la organización opera como híbrido entre aparato estatal y empresa criminal, utilizando recursos del Estado para facilitar el trabajo.
La estructura del cartel refleja la organización del poder en Venezuela, con lo cual hay una simbiosis entre el poder político y la actividad delictiva. Fusión, que permite se utilicen para el lavado de dinero y facilitación de procedimientos criminales. Lo que hace presumir, otros integrantes son del conocimiento judicial, y se sabrán, en la medida que avance el procedimiento legal.
Las graves imputaciones van más allá de la complicidad pasiva, según documentos, se habría participado en las negociaciones con las FARC, coordinando envíos desde territorio colombiano hacia Estados Unidos, a cambio de dinero y armamento a la guerrilla. La incriminación, señala que, en 2024, se recibieron ganancias procedentes del tráfico de estupefacientes. Y, también el uso de individuos, empresas y fundaciones como vehículos para el blanqueo de capitales, demostrando cómo el aparato estatal se ha convertido en una infraestructura criminal.
Este desagradable incidente, trasciende las típicas sanciones económicas y coloca al Cartel de los Soles en una categoría similar a grupos como ISIS o Al-Qaeda, con profundas implicaciones. El aislamiento y dilema de los aliados de mantener relaciones con un régimen catalogado como terrorista. Luego, la justificación legal para acciones contundentes a fin de desarticular la organización. Y, el efecto dominó en la región y otros, que se ven obligados a recalibrar sus políticas hacia un país que oficialmente alberga una organización terrorista transnacional.
Una de las denuncias, el apoyo material a organizaciones como el Tren de Aragua y Cartel de Sinaloa, colaboración que sugiere el régimen, facilita operaciones ilícitas. Y la supuesta protección que reciben del gobierno, los convierte en cómplice de la desestabilización regional.
Aunque las acusaciones son graves y están respaldadas por investigaciones, es crucial mantener una perspectiva analítica. Ocurre en un contexto de máxima tensión entre Estados Unidos y Venezuela, tras las controvertidas elecciones del 28 de julio 2024. No obstante, los argumentos a favor de la veracidad, son las múltiples fuentes de inteligencia que confirman actuaciones delincuenciales; la evidente degradación institucional que facilita la actividad, y testimonios de colaboradores y delaciones de desertores que respaldan las acusaciones. También están las consideraciones políticas, la coincidencia con la nueva administración y la posibilidad de ser una herramienta de presión para un cambio, que permita la desarticulación de la banda criminal.
El Cartel de los Soles como organización terrorista abre múltiples escenarios. Desde tareas directas e indirectas hasta el fortalecimiento de la legítima oposición. Las opciones se desarrollan, ya no estamos en los años aquellos donde USA encontraba soluciones con la intromisión bélica o no para el cambio de gobiernos, hoy la respuesta adecuada, que ha resultado exitosa, es la desarticulación de la criminalidad.
La experiencia histórica en combate al terrorismo sugiere que las soluciones puramente punitivas raramente resuelven problemas estructurales. Se requiere una aproximación que combine presión interna y externa; apoyo a la sociedad civil y canales de diálogo que permitan una transición democrática, genuina y pacífica.
La indecorosa nominación representa un punto de no retorno. Si la acusación resulta correcta, el oficialismo se ha convertido en un caso moderno de Estado-nación que opera como empresa criminal transnacional, colocándola en una posición insostenible, inviable. No se puede ser -en simultáneo- presidente legítimo de una nación y líder de una organización terrorista. La comunidad global, debe decidir cómo navegar esta realidad, que debe priorizar el bienestar ciudadano por encima de consideraciones geopolíticas.
La historia juzgará si fue catalizadora para la democratización de Venezuela o simplemente otro capítulo en la larga crisis que ha convertido a una de las naciones más ricas de América Latina en sinónimo de fracaso estatal y sufrimiento humano.
Por Armando Martini
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FUENTE: >>ArmandoMartini
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