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“Con la iglesia hemos topado, Sancho”, le dijo el Quijote a su fiel escudero, cuando en un camino polvoriento de La Mancha se consiguieron con un grupo de monjes.
Algo así como lo que recién le acaba de pasar a Nicolás Maduro cuando tuvo la fatal ocurrencia de retenerle el pasaporte al cardenal Baltazar Porras, mandarlo de vuelta para su casa y no dejarlo salir de Venezuela. Mala cosa aquella de la desesperación.
Si pensamos que hace algo menos de 15 días el régimen había conseguido un pronunciamiento del Santo Padre, León XIV, a favor de eternizar las negociaciones entre el NARCO-RÉGIMEN y el Departamento de Estado, para evitarle al Cartel de los Soles un mal rato, con lo del cardenal cavaron su propia tumba. Y digo yo: ¿Realmente son brutos o se hacen los musculitos?
El cardenal Porras no solo es un obispo emérito, el cardenal Porras es un funcionario con condiciones diplomáticas del Estado Vaticano.
A aquellos «brujéricos» se les pasa por alto que Baltazar Porras es un príncipe elector de la Santa Iglesia Católica, Apostólica y Romana.
O sea, en términos profanos, es un funcionario diplomático de alta jerarquía de otro Estado, amparado por las Convenciones de Viena, que protegen hasta las maletas de todo funcionario diplomático, inclusive en medio de un estado de guerra.
De igual forma, a Baltazar Porras, prelado de la Iglesia Católica y funcionario acreditado como diplomático, con, seguramente, un pasaporte que claramente lo establece, no lo dejan salir del país. Lo vejan un poquito y lo mandan para su casa.
¿Qué dirá el Santo Padre sobre la situación? ¿No y que para León XIV Venezuela es un país que merece se le escuchen sus “razones” para funcionar cómo funciona? Ya no hablamos de un «curita de barrio». Ahora nos “topamos”, como contaba Miguel de Cervantes, con la majestad de un cardenal de la Santa Madre Iglesia que no parece tampoco tener más importancia que cualquier hijo de vecina allá, en Venezuela.
Sin ánimos de burla, las altas autoridades de la Iglesia Católica van a tener que echarle una nueva miradita al dogma aquel de la “infalibilidad” del solio papal que viene pegada a la Gracia del Espíritu Santo.
Es el caso que con los bandidos del siglo XXI de Venezuela aquello no funciona.
Será porque aquella gente no cree en nada, ni respeta nada, ni sabe de ninguna convención que protege a cualquier otro que no sea de su banda.
Pues todo indica que monseñor Baltazar Porras no dio con sus huesos en El Helicoide a Dios gracias y a la segura oportuna intervención de San José Gregorio Hernández a su favor.
¡Amén!
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FUENTE: >>https://venezuelaredinformativa.us/con-la-iglesia-hemos-topado-2/
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