Yo pienso, sin ánimo alguno ni de ser malagradecido, ni de ofender a Dios, ni mucho menos a Donald Trump, que debemos ya cambiar la película.
Venezuela y la búsqueda de la recuperación de la libertad y la democracia plena tiene ya una deuda de gratitud con la Fuerzas Armadas de los Estados Unidos de América, así como con el grupo de contratistas que llevó a cabo el rescate de María Corina, por cuenta de “donaciones privadas”. Es decir, una polla de muchos millones para sacar a la señora Machado de la Embajada norteamericana en Caracas, sana y salva, ponerla en Oslo y sacarla al mundo. ¡Bien por todos ellos!
Sus nombres serán acreedores a plazas, avenidas y calles rebautizadas en su honor a todo lo largo del país.
Pero, ¡por favor, Venezuela! La gran mayoría que esperaba y llevó a cabo una vigilia por la aparición sana y salva en Noruega de María Corina Machado, llegó a Oslo porque tenía con qué.
Nadie llega tan lejos, ni se hospeda en el Gran Hotel de esa ciudad, ni comparte con el rey de Noruega, ni se viste con ropita de invierno bien cara y buena, dejando atrás la nevera vacía de donde salió.
Ni el pillo de Leopoldo López con su esposa, en abrazo casi que familiar con María Corina, ni los tantos «bolichicos» con sede social en España, llegaron a Noruega a punta de colitas o pidiendo prestado para aparecerse en la plaza.
No vale la pena, en este momento, ponerme a recordar aquel viejo dicho que tanto repetían los viejos romanos sobre las esposas de los Césares. ¿Para qué?
Al tercio de la población venezolana, 9 millones, que hoy da vueltas por medio mundo, obviamente le resultaría imposible acompañar a María Corina en Oslo.
Ni mucho menos la Venezuela hambreada y hecha añicos por el régimen que vive en el campo de concentración en que esos hampones, junto con sus asociados, han convertido a nuestro país.
Nadie recuerda ahora la expectativa creada desde Miami, que desde Oslo juramentarían a Edmundo González y a María Corina Machado, para dar el paso a la transición. Esa promesa se esfumó en medio de los aplausos del Premio Nobel a MCM.
El país de las miserias, el país del hambre y de las calorías cada vez más reducidas, continúa solo.
En medio de una escalada de la cual aún no se le ve techo, la Venezuela mayoritariamente pobre, hambreada y sin recursos para llegar al mes de enero, solo contempla aventuras, boatos y a fulanos que son, sin ser nada que valga la pena para el país, quienes supuestamente nos representan.
Y la gente, la pobreza extrema en que vive el venezolano que casi que ni come, ni manda sus muchachos a la escuela, sigue sin resolver sus asuntos del día a día ni con los discursos sobre política, ni con los héroes o las heroínas que sean.
Porque la única verdad es que lo que continúa existiendo en la Venezuela capturada por el régimen son asesinatos, torturas de estado, desapariciones extrajudiciales y una navidad más mentirosa que un billete de a tres, inventada por el régimen que no tiene ni patas ni cabeza.
Mientras nos repiten la misma película hasta sabérnosla de memoria, Venezuela continúa pisada por un régimen que hace lo que quiere y cuanto quiere con un pueblo indefenso y desarmado.
Si el esfuerzo del empujón final consiste en un levantamiento popular, de lado de las pocas o muchas fuerzas armadas y policiales que estén del bando del cambio que obligatoriamente tiene que venir, solo pedimos el acompañamiento de la flota que se encuentra en nuestras costas. Que protegen a los valientes que van a continuar el trabajo, de la misma forma que se llevó a cabo el rescate de María Corina.
Aunque más de 23 millones de venezolanos no tiene con que pagar a un contratista de seguridad al estilo «Misión Imposible» dentro y nueve millones fuera.
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FUENTE: >>https://venezuelaredinformativa.us/les-recuerdo-todos-somos-venezuela/
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