Ni siquiera en la época del referéndum en contra de Chávez en 2004, el régimen estuvo tan arrinconado, de ala golpeada como lo está ahora. En aquel tiempo, CADIVI en mano, el gobierno terminó por corromper a las últimas cúpulas del sindicalismo remanente que quedaban en Venezuela. Lo mismo hizo con el movimiento empresarial. Desanimados y enredados por los militares de Altamira y el golpe de estado hecho a la medida de Carmona, al Chávez de ese entonces le resultó relativamente fácil controlar a punta de crímenes como el del fiscal Anderson, reales, negocios y muchos Henry Ramos, a los
mismos de siempre.
Lo demás, de ahí para arriba, solo quedaba la ilusión de un sistema de falsa democracia alternativa que le hacía pensar al régimen que podría siempre contar con el pega-pega para la gente común y corriente. Aunque fuera de mentiras.
Que los que tuvieran dos lochas de más se fueran por sus propios medios «pal carajo». Aquello resultó ser una manguera abierta por donde se desaguó el país.
El problema para el régimen comenzó y se arreció cuando la gente humilde, el Juan Bimba, no tuvo otra que no fuera irse también. Eso, o morirse de hambre en una Venezuela cada vez más y más controlada por el crimen organizado, por el hampa vestida de cuello y corbata, quienes realmente son los que manejan todos los vasos capilares del país.
Ahora, mientras Venezuela se agita debajo de la tierra, el régimen sabe que con lo único que cuenta es con represión, con violencia seudo institucional, con los poderes de peluche para meter miedo y nada más. La gente, el pueblo, el Juan Bimba que voto mayoritariamente para que se fueran ya, está a la expectativa.
Huérfanos, adoran a María Corina que la ven cada vez más como a una santa milagrera que puede galvanizar la arrechera popular. Que ella no inventó, ni tampoco a Edmundo, pero que se le atravesó en el camino y la supo colocar en su mismo dial.
Lo demás es noticia. Maduro y sus rufianes son incapaces de explicar el fraude sin aparecer más que nunca como lo que siempre han sido: unos miserables tramposos. Quienes tienen más problemas son aquellos países democráticos que no saben aun arreglar los buenos negocios que llevan con el régimen. Están partidos en toletes. Para muestra la España del Rey de la Baraja, Pedro Sánchez y el embajador de ese país que permite la entrada a los hermanitos Rodríguez para que le hagan chantaje a Edmundo en su propia casa. Sin dejar por fuera al resto de la Comunidad Europea, a Estados Unidos y a Canadá; cada quien baila su merengue con el régimen como mejor puede.
Pero, si a ver vanos, ese es un problema menor por resolver. Con el dinero, con los grandes capitales, siempre, pero siempre, se puede negociar y hacerlos cambiar de opinión. En cuanto a los socios geopolíticos del régimen; seguro que a ninguno se le va a ocurrir apretar el botón rojo por un país como el nuestro y unos ridículos como los bolivarianos. Ni estamos en los 60s ni Venezuela es una isla. Y eso, eso lo saben tirios y troyanos. Total, que me estoy poniendo fastidioso, pero, ¡esto está que explota!
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