Quiero advertir a todos los amigos y también a los muchos enemigos que me leen y me escuchan diariamente, que la Resistencia está sumamente preocupada por el elevado nivel de peligrosidad en que se encuentra la oposición electorera venezolana en este momento. Nuestra preocupación se origina porque la conocemos, no es demostración de estima, aprecio o amor del bueno, nada que ver. Nuestro rechazo por los bandidos opositores es igual que sentimos por el narco-régimen.
El termómetro que mide los arreglos de esa gente con el narco-régimen de Caracas está en su punto más alto. Tanto acá, en Miami, como en Madrid, los enchufados y gobierneros, que no son mochos, están haciendo lo que sea por preservar su forma de vida.
De frente y por la calle del medio: están corriendo increíbles cantidades de dinero, de favores y de promesas por parte de los pillos de Miraflores para tratar de “dejar eso así”; utilizando todos los recursos, toda la gente, todos los caminos y a todos aquellos que tengan precio para invisibilizar, como sea, el contundente triunfo electoral del pueblo venezolano en contra de la narcotiranía de Maduro y de sus secuaces del 28 de julio.
El régimen está regando, como nunca, de plata robada a todo el país, para intentar cubrir con el manto de diciembre, las navidades de mentiras y los eventos y sucesos internacionales que pasan, para que el 10 de enero no ocurra nada, nadita, nada.
Y aun cuando ya están dando por descontado el triunfo electoral de Donald Trump en las elecciones del 5 de noviembre, continúan confiando en sus amiguetes iraníes, en los rusos y en los chinos, de los cuales están convencidos para van a operar para que la nueva Casa Blanca ni los toque.
Un arreglo poselectoral, seguido por la diligencia de los hermanitos Rodríguez, las persecuciones y encarcelaciones a diestra y siniestra de cientos de venezolanos a todo lo largo del país, y un chorro de dinero repartido son las supuestas cartas marcadas en las cuales confía el régimen para pasar súper agachado del fraude electoral.
Una clase política interna y externa más pendiente de engrosar sus cuentas bancarias, que es muy diferente a la sobrevivencia en que se encuentran la mayoría de las familias en Venezuela, se las ven muchísimo más enredados, ese hecho gravísimo le puede permitir al al régimen jugar al “olvido”.
Con cartas marcadas y trampas debajo de la mesa, estos hijos de la gran perra llevan casi treinta años pegados al coroto. Venezuela: ¡ojo pelao!
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