Por eso, Nicolás Maduro no es ni tan estúpido ni tan imbécil como lo pintan los chistes. Hace bien, muy bien, lo que le toca hacer para mantenerse él y sus rufianes en el poder en Venezuela.
Él y sus mafiosos nuevamente hacen y deshacen lo que les viene en gana dentro de un país asustado, sin darle cuentas a nadie. Es que la criminalización de cualquier tipo de protesta que se lleve a cabo en Venezuela pone los pelos de punta al más guapo. Además, hablemos claro: los presos políticos en Venezuela se ponen de moda solo cuando el régimen se los lleva, cuando los encapuchados que andan en camionetas negras sin placas los acaban de secuestrar.
A los pocos días nada más las madres y las hermanas y las esposas de aquellos pobres infelices son las únicas personas en el mundo que están pendientes por la integridad de su familiar.
Esa puede ser otra de las poderosas razones por las cuales cada vez más, el venezolano se expone cada vez menos ante un régimen que maneja perfectamente el terror en todas sus fases y presentaciones.
Los cubanos de La Habana destruida por la plaga de los Castro han hecho réquete bien su trabajo con los hijos de puta del siglo XXI. Y todos ellos han resultado ser unos aventajados aprendices. La cartilla de mantener al régimen de Miraflores en constante estado de amedrentamiento, sobre la base ficticia de una “grave” amenaza que pone en peligro su maravillosa revolución, y que democrática, les ha funcionado.
Si acaso lo más complicado debe resultar ser el ejercicio de “corte y pega” sobre la legislación y las canalladas que se han inventado en Cuba los Castro y sus secuaces en los últimos casi 80 años, que tratan de poner a funcionar en Venezuela. Por eso, en Venezuela, hay que hacer un trabajo intenso que aumente la empatía, la solidaridad entre los miembros de una sociedad civil desprotegida, ciertamente, pero también muy egoísta. Muy de que todos solo pensamos en nosotros mismos y no en la potencia que nos aporta pensar y actuar en colectivo.
Para empezar el trabajo de la recuperación de la calidad de vida por medio de la protesta de calle, hay que aumentar significativamente el nivel de solidaridad humana entre quienes somos las víctimas de ese sistema. ¡»Pallá» tiene que marchar la nación! No hay Edmundo, ni María Corina, ni elecciones de ningún tipo. Para agarrar por el cogote a los malandros de Miraflores junto con sus asociados de las petroleras que los enriquecen y empobrecen al pueblo venezolano, a los enchufados de la nueva FEDECÁMARAS roja-rojita, hay que ser uno con todos y todos con uno Quienes dicen ser empresarios o sindicatos chavistas o explotadores de los trabajadores que se encuentren atravesados entre el objetivo del pago de los sueldos y de las pensiones en el país en dólares amarrados al tipo de cambio, y repita como idiota “que eso no se puede”, debe ser considerado como un peligroso enemigo de la nación venezolana. Aquellos viejitos que daban la pelea todas las semanas en la esquina del Seguro Social en Caracas, allá en los años 90, nos dejaron muchísimas enseñanzas.
Ellos, cuando nadie los llamaba todavía “adultos mayores” e igualmente los mataban de hambre, se caían a trompadas limpias en contra de aquellos otros que también eran unos asesinos, para exigir el pago justo de sus pensiones.
Nadie tenía celular. O al menos no estaba masificado como hoy. Y, de boca a oreja, con planificación y objetivos clarísimos, consiguieron lo que buscaban. ¡Ahora nos toca a nosotros, una generación después!
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FUENTE: >>https://venezuelaredinformativa.us/palante-es-palla/
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