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viernes, junio 20, 2025

Los judíos de Venezuela

Al inicio del régimen de Hugo Chávez, al venezolano de a pie le costaba entender la razón del odio virulento de aquel fulano en contra de la comunidad hebrea establecida en Venezuela desde hacía un montononón de años atrás. Su discurso bolivariano se estrellaba contra la historia, al desconocer la sincera amistad con el judío Ricardo Mordehay, quien recibió a Libertador en Curazao en 1812 y posteriormente en 1814 a sus dos hermanas que huían de Boves.

Con más de 80 años pegados al país, los que llegaron a Venezuela literalmente como judíos errantes, fueron aquellos expulsados de la Alemania de Hitler en los años 30 o escapados de las matanzas de Stalin para las mismas épocas. Muchos, muchísimos de ellos, fueron a dar con sus familias y sus cuatro coroticos a la remota Venezuela.

Barcos atestados de refugiados que nadie quería aceptar, que nunca fueron autorizados a desembarcar en Cuba, en Norteamérica o en las islas del Caribe, para aquel entonces colonias inglesas, atracaron en La Guaira, en Puerto Cabello y hasta en Maracaibo.

¡Libres y vivos!

La Venezuela de López Contreras, del general Medina, inclusive de la Junta Militar, abrió el país de par en par a la migración judía que buscaba salvar su propia vida, de lo que pocos años después sería el Holocausto. Esos judíos, “nuestros judíos”, con el pasar de los años y viviendo en santa paz entre nosotros se hicieron venezolanos.

Comieron arepas, hallacas kosher, hicieron colegios, montaron grandes empresas, construyeron la industria del cine, de la televisión y del entretenimiento; se hicieron médicos, artistas, ingenieros y hombres de negocios famosos, importantes y nos ayudaron a hacer de Venezuela un gran país.

Sin ningún tipo de problemas. Tal era así que la sinagoga principal de Caracas, que está en San Bernandino, al fondo se pueden ver los minaretes y la hermosa cúpula de la Mezquita que regaló un príncipe saudita a los musulmanes que también viven, sin royo alguno, en Venezuela. Entonces llegó Chávez. Y Chávez todo lo dividía. Todo lo que tocaba primero lo robaba y saqueaba, y luego lo dejaba en peleas.

Así fue como en Venezuela se conoció, ya en pleno siglo XXI, el antisemitismo.

Los vándalos de Lina Ron pintaron consignas obscenas en las paredes de la sinagoga.

Inclusive, en una oportunidad los zarrapastrosos de Lina entraron y profanaron las reliquias sagradas del templo.

Chávez, que solo escupía rencor y envidia miserable por la formidable prosperidad que la comunidad hebrea había logrado acumular durante décadas de trabajo duro en nuestro país, trató por todos los medios posibles de asustar al pueblo hebreo venezolano para que se fueran del país. Y, básicamente, eso lo logró.

Eran los tiempos en que el rufián de Chávez le dio por jalarle mecate al criminal de Saddam Hussein. Hasta a Irak fue a dar, casi que en camello, para jurungarle el bigote al asesino aquel.

Y poco después, como si el pobre estúpido de Chávez nunca hubiese entendido sobre las explosivas relaciones entre Teherán y Bagdad, le dio por cargarle el mono a los iraníes.

Entonces se metió, y metió a todo el país, a proiraní.

A partir de esos tiempos, luego de una serie de acciones, robos bajo el nombre de “expropiaciones” y amenazas de todos los colores, los judíos, “nuestros judíos”, empezaron a irse de Venezuela. Quizás, ellos fueron los primeros en salirse de aquel peo. Es que los judíos han desarrollado un potente olfato, un sexto sentido especial, que les ha permitido muchas veces huir por la derecha de aquellos lugares en que se le empiezan a poner las cosas feas y van a peor.

Así pues que, con los iraníes, “la cuestión judía” en el chavismo, que jamás existió en ningún otro momento de la historia de nuestro país, llegó a niveles aberrantes.

Hoy, mientras escribo esto, muchos de “nuestros judíos venezolanos” también se protegen de los drones y cohetes iraníes allá en el Estado de Israel. Muchos, muchísimos, se fueron para allá a comenzar sus vidas nuevamente. Allá se llevaron sus talentos, sus reales, sus conocimientos y hasta su venezolanidad, de la cual, por cierto, hacen gala.

El cretino de Hugo Chávez arrastró hasta su muerte las muchas maldiciones que soltó al pueblo de Israel, que sin ton ni son no perdía ocasión en profanar.

Es por eso que hoy Venezuela está en manos de esos iraníes criminales. Los herederos de las trampas, los robos y los abusos que perpetra sin ningún tipo de vergüenza sobre el pueblo iraní y se reproducen lamentablemente en la Venezuela controlada por todos aquellos rufianes. Se trata de un patrón. De una cartilla de horror, traducida del farsi, al empobrecido castellano de los analfabetas del siglo XXI.

De esa manera tenemos que presenciar como un colombiano sin papeles le regala un millón de hectáreas a otro régimen asesino, por ejemplo, mientras entre todos ellos se dedican a saquear a Venezuela y a utilizarla como cabeza de playa para cualquier ocurrencia malvada en contra del Hemisferio Occidental. ¡Y eso, eso, tiene que terminar!

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FUENTE: >>https://venezuelaredinformativa.us/los-judios-de-venezuela/

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