Pero lo que sí puedo imaginar es el tamaño del arrecheron con que debe levantarse de la cama algunos días de la semana el presidente Donald Trump allá en Washington.
Seguramente que en cuanto su equipo le informa de los pocos, poquísimos, comentarios que le paran los muchos, muchísimos países que supuestamente dicen ser aliados de Norteamérica, en cuanto a la aplicación de las sanciones y restricciones que los diferentes despachos de su gobierno emiten o han emitido sobre un gentío y un pocotón de regímenes que no funcionan sino para hacer el mal, se le debe revolver el alemán con la bilis.
Estoy hablando de las sanciones y restricciones que teóricamente aplican, y que se supone deberían tener impacto casi que en forma planetaria sobre personajes, rufianes, malandros de cuello blanco y rojos-rojitos; estados y regímenes tránsfugas y fallidos que tienen como tarea atropellar a los seres humanos indefensos del mundo.
Esas sanciones que han impuesto los Estados Unidos de Norteamérica con el objeto de tratar de meter en cintura a tanto mal y a tanto malhechor, que se disfraza de estado soberano para hacer toda clase de diabluras.
El caso es que, cada vez más, cada vez que el presidente Trump se dice y se desdice, menos le paran a la batería de sanciones que el gobierno Federal de este país les impone a todos esos “santicos”.
Porque, de no ser así, «Delcy Heroína» no se pasearía por Viena, vacilándose el «Danubio Azul», por ejemplo. O Padrino no estuviera diciendo que se va a para España a tratarse del mal por el cual seguramente se va a morir.
Ni cualquier cantidad de generalotes y militaruchos vayan a hacer el mercado en los súper de Puerto España, allá en Trinidad & Tobago. Algo está pasando. Algo está fallando en la ecuación de la geopolítica actual. ¡A la América de Donald Trump pareciera que no se la están tomando en serio! Fíjense ustedes.
Europa pone el grito en el cielo porque el presidente Trump le exige que pague con el 5% del PIB de cada país de la Comunidad, parte de los gastos para su propia su defensa. Y llega Pedro Sánchez, literalmente un hampón que usa pantalones pitillo y que es presidente del gobierno de ese país por la fortuna Indra-Smarmatic que no desampara nunca a ningún rufián de cualquier evento electoral por la fortuna de la empresa electoral “democráticamente” arreglada, y le dice, y en la propia de cara de Donald Trump que con España no cuente. Que pague todas las cuentas Norteamérica por defender a Europa de los malos, que para eso es un imperio y bla, bla, bla…
Nada, viendo las cosas en chiquito y sin pasiones: un bojote de fulanos se le escaparon de sus chiqueros. Y así, mientras un gentío dice ser muy feliz porque abuchean al presidente Trump en un estadio, no parece que están claros sobre la contraoferta que tiene el mundo; lo “otro” con que se contrapesa y se compara a los Estados Unidos de América. O sea, con China y con Rusia.
¡Señores: China y Rusia! Conozco personalmente a estos dos países y puedo dar fe del peligro que representan para humanidad.
Ambos, por los siglos de los siglos, la expresión inhumana del mal en el mundo, perfecta y completamente registrados a todo lo largo y ancho de la historia humana. Los países donde la opresión, el control a la mala y la gobernanza de sus pueblos ha sido y es a punta de fuego y tormento.
Donde el mal, el verdadero mal, es norma de política pública.
Donde los privilegios solo han existido para unos pocos, desde siempre; y el bajísimo valor de estima sobre la vida humana entre ellos es de campeonato. Siendo como ambos son, sumados en territorio y prácticas del mal, la mitad de la superficie habitada del planeta Tierra. ¡Lo cual, si a ver vamos, es bastante! Imposible dejar de mencionar…
A finales del siglo V de nuestra era, un gentío bochincheaba y celebraba la caída del imperio romano de occidente; la abdicación del último emperador, Rómulo, hizo trizas el orden social así como la acumulación de siglos de progreso que se llenaron de telarañas. ¿Quién hubiera pensado que tras ese “suceso” se abriría en el Hemisferio Occidental la terrible noche de mil años espantosos que fue la Edad Media? Total, mosca con lo que alguna gente desea: ¡se puede dar!
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